Mostrando entradas con la etiqueta Confesional. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Confesional. Mostrar todas las entradas

La comediante que adora el crecimiento personal




Hola, mi nombre es Eliana y aunque no tenga el título de comediante por certificación, lo tengo por vocación.

Lo sé, por mucho tiempo he sido una gran defensora de la tristeza, este blog es una prueba de ello, por lo que decir que soy una comediante es como una contradicción, de hecho no he podido escribir desde otra emoción que no sea la tristeza, ella es una gran protagonista al momento de plasmar mis letras.

Y aunque quisiera escribir justo ahora algo que te haga morir de la risa, sé que en este primer intento no lo voy a conseguir, así que solo voy a soltarme para ver qué pasa.

¿Es posible escribir desde el humor sin que el texto cause risa? Seguramente eso es lo que ocurrirá con este escrito.

Soy una mujer jocosa, irreverente y un tanto imprudente, me gusta hacer reír y hasta burlarme de mí misma, pero nada de esto sale cuando escribo.

La tristeza de la traición


Muchos creen que aquellas personas que trabajamos y nos preparamos en el área del desarrollo personal y empoderamiento no nos enfrentamos a problemas o dificultades y esto es completamente falso.

Todos nos enfrentamos a desafíos, problemas y dificultades diariamente, pero lo que nos diferencia es la forma como tendemos a vivir esos momentos.

En este espacio abro mi corazón y te cuento sobre cómo viví la tristeza de la traición.

Según la RAE, la traición se define como una falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener.

La escritora detrás de un blog de crecimiento personal


Lo más difícil de escribir sobre crecimiento personal es ser congruente y aplicar lo escrito a las acciones, integrar lo que se lee en las relaciones y reaccionar ante la vida como si ya todo estuviese aprendido, ya que se puede tener una muy buena colección de teoría, pero si no lo integramos en nuestro comportamiento diario, se establece una rara sensación permanente de equivocación emocional y afectiva.

Yo escribo para comprender lo que aún no le entiendo a la vida, para despojarme y sanar viejas heridas, para intentar ser cada día la mejor versión de mí misma.

Si converso con alguien que estoy deprimida o un poco triste o aturdida de soledad, lo primero que me dice es: “no estás haciendo lo que escribes”; pero es que escribo para no dejarle al alma tanto peso, para dejarme en evidencia ante la mirada de una lectora que busca desaforadamente letras que son espejos, palabras que son consuelo.

No vamos a la librería por un libro de autoayuda a preguntarnos si el autor logró o no lo que nos disponemos a leer, no costeamos una obra con la duda de si el escritor lleva una vida plena o si tiene la infelicidad desbordada, nos llevamos algún libro a casa con la esperanza de que algún párrafo, tal vez un capítulo entero, se pare frente a nosotros y nos describa y nos atienda y nos entienda y nos haga saber que alguien también ha padecido como nosotras, sólo que tiene la voluntad de escribirlo y hacerlo notorio.

Carta a la mujer que nunca fui


Querida yo que nunca fui, te escribo desde el futuro, ese lugar que muchas veces creíste incierto y al que le pusiste más expectativas que realidad, te escribo porque es la única manera de comunicarme contigo y hacerte comprender que la vida era más simple y menos complicada.

Sé que nunca fuiste paciente y que la ansiedad siempre te rondaba, sé que nunca te gustaron los excesos y que era común en ti el no sentirte de ninguna parte, pero justo ahora cuando le he dado a mi vida un sentido de pertenencia, viéndome frente al espejo y observando con detalle las huellas del tiempo, me cuesta creer que nunca te hayas amado, que nunca te respetaste lo suficiente y que ese amor que nunca profesaste por ti misma me esté pasando la cuenta.

Ya ni siquiera te miro con nostalgia, de este lado de la vida pareciera que nada valió la pena, me cuesta perdonarte por no haber tenido otros intereses, por no haber tomado otras decisiones, por no haberte incluido primero y por haber priorizado lo que ya no me importa.

Nosotras siempre seremos nosotras



Este post va dedicado a la mejor compañera de vida que he podido tener, desde el primer momento que escuché su corazoncito, hasta anoche, cuando se despidió de mi para irse a dormir con un abrazo, un beso y un te amo, su presencia, sus palabras, su olor y su esencia, llenan todos los recovecos de mi alma.

Si has coincido con alguna relación especial en tu vida podrás entender de qué te hablo, sabrás que las almas gemelas existen porque identificas a esa persona como alguien a quien ya conoces desde un tiempo que no es este tiempo.

Nosotras, es así como me refiero cada vez que publico una foto en redes sociales o cuando hablo de este dúo dinámico, fortalecido y grandioso en el que nos hemos convertido con el pasar de los años.

He leído sobre la rivalidad que existe entre madre e hija, incluso que dicha rivalidad podría fortalecerse en la adolescencia, pero ese no es nuestro caso. Ella llena tanto mi vida que a veces le tengo miedo a ese apego y a depender de su presencia. Pero la estoy guiando para que vuele, le estoy cosiendo unas lindas alas para que un día se vaya y surque otros cielos y abrace lejos de mí su propia vida.

Ser bloguera es ser tendencia




Ser reconocida en la blogosfera es una meta por la que estoy apostando constantemente, admiro a aquellas mujeres que enfocan el crecimiento personal desde diferentes perspectivas y buscan formas nuevas de dar a conocer sus proyectos.

Durante todo este año me he paseado por cientos de blogs y webs, y me encanta ver cómo muchas blogueras combinan su trabajo con las redes sociales, diseñan sus imágenes, tienen colores específicos que las caracterizan, llevan muy claro su nicho y han sabido definir a sus lectores ideales, y eso me puso a pensar que las blogueras marcamos tendencia.

Las mujeres de mi vida



Este post va dedicado a mi madre, mi hija, mis abuelas y bisabuelas, a mis tías, mis hermanas de sangre y de alma, a mi suegra, mis primas, sobrinas, cuñadas y amigas, a mis compañeras de trabajo y estudio, a todas aquellas mujeres que momentáneamente o por largo tiempo tocaron mi vida, a las que aún no llegan y a las que ya se han ido, a todas gracias, para algunas es un hasta siempre, para otras, quizás, un hasta nunca.


Quiero decirles que no pretendo repetir los errores del pasado, que como mujeres nos unieron anécdotas similares e historias comunes, con las que muchas veces llegamos a coincidir en las mismas culpas y tropezamos con piedras parecidas por el simple hecho de tener historias femeninas repetidas.

Voy a tener la valentía suficiente para cambiar el rumbo y hacerlo de manera diferente, renunciando a ese hilo ancestral que me une al pasado y rompiendo esa lealtad que me mantiene unida a los sistemas familiares, así que aquella que me antecedió y no concluyó algo o lo dejó irresuelto, no lo voy a tomar como mío para concluirlo en el presente o futuro o dejarlo como herencia a las mujeres que me sigan.

40 cosas sobre mí



Marzo es el mes de mi cumpleaños, y este marzo tiene algo en particular porque es cuando subo el escalón hacia una nueva década, una donde justamente muchos entran en la famosa crisis existencial o la que te ubica en la mitad de la vida, no sé qué me espera, lo único que sé es que mis prioridades han cambiado drásticamente, uno de esos vuelcos extraordinarios que da la vida y en los que debes reestructurar o recomponer tus metas.

Lo cierto es que estos primeros 39 años de vida merecen una honra especial, un recuento y anecdotario que hable sobre mis gustos y preferencias, aquellas vivencias que quedaron suspendidas en mi memoria y que volvieron al papel cuando decidí escribir las cuarenta cosas sobre mí.

¿Y por qué 40? Pues porque es justo la edad que tengo ahora, comencé escribiendo este post teniendo 39, pero lo público ya con mis 40 encima, es por ello que quiero destacar esta decena y precisamente atribuirla a cosas que me describan o que comenten episodios de mi vida, si te gusta lo que subrayo en cada post y me sigues recientemente o desde hace tiempo, y además te gustaría conocer un poco más de mi, pues en este conteo te revelo algunas cosas que de seguro llamarán tu atención y puede, ojalá, que te inspiren.

Ya no busco respuestas, busco preguntas



Por muchos años he estado buscando respuestas con relación a mi existencia y a mi forma de sentir la vida, y muchas veces me he contrariado y hasta me he percatado frustrada por no encontrarlas, por no hallar el camino hacia la revelación interna, por no saber llegar hacia mi bienestar y plenitud personal.


Este escrito surge a raíz de una importante pregunta que leí en un post de una compañera bloguera que lleva como título ¿Y si lo importante fueran las preguntas correctas? Odina expone en este post lo siguiente: “¿y si en lugar de buscar y buscar tantas respuestas, cambiáramos el sentido de la búsqueda?: ¿si lo importante no fueran las respuestas? y ¿si lo importante fueran las preguntas?”.

Con estas líneas me quedé un buen rato reflexionando y allí me di cuenta que por muchos años lo he estado haciendo erróneamente, he buscado respuestas sin hacerme preguntas, o por lo menos no las preguntas correctas.

En busca de mi pareja interna



Siempre era yo, no podía verlo pero en todo momento fui yo, era el poco amor que me tenía manifestándose constantemente, llevándome hacia el despertar de mi consciencia. Es un espejo en donde a diario me veo pero en el que no me reconocía, mi proyector me hacía ver cosas de mi que no aceptaba, que no veía, pero yo lo único que hacía era rechazarme a mi misma al rechazarlo a él en todo momento.

Ahora lo tengo claro. Somos el espejo del otro. Mi pareja es mi espejo. Siempre estuve proyectando mis necesidades en el otro pero no lograba verlo. Ahora comprendo que no es su culpa sino mi responsabilidad. En realidad detesto la palabra culpa, es un patrón conductual que hacemos todos para dejar la pelota al otro lado de la cancha y no en el lado nuestro.

Así que por este trabajo de amor propio que he venido haciendo decidí ir en busca de mi pareja interna, pero siempre estaba el otro interponiéndose hasta que razoné y vi que en todo momento era yo quien ponía la barrera, y en esa búsqueda me di cuenta que mi pareja externa ha sido siempre un instrumento para el autoconocimiento y para  conocer e ir al encuentro de mi pareja interna.

Carta de amor a mi cuerpo



Querido cuerpo, ya han pasado casi cuatro décadas y no había tenido tiempo para escribirte una carta y agradecerte por este recorrido, por acompañarme en este camino que se llama vida y ser un perfecto respaldo de emociones y sentimientos.

Ese amoroso lenguaje que tienes para comunicarte conmigo y que yo siempre he interpretado como dolor y malestar, es el que me ha hecho saber que tienes vida propia y que me hablas por medio de la energía que se te ha otorgado, indicándome cuando las cosas van bien o cuando algo anda mal.

Perdóname las veces que te he callado con una pastilla y no me he detenido a escucharte, disculpa los momentos en los que te he llevado al exceso por no dormir o no comer o creer que funcionarías mejor con algún antídoto que tu fácilmente sabes producir.

Saliendo de los 30, entrando a los 40



Todavía no cumplo los 40 pero estoy a unos cuantos meses de lograrlo, me han contado que es una década estupenda, ya te sientes más segura de ti misma y pisas con más fuerza y determinación aquello que te planteas, al parecer las mujeres por estos años ya van más claras frente a sus propósitos de vida, y además, dicen que el sexo es fabuloso; pero nadie me ha contado sobre cómo le hizo para superar los treinta, nadie me ha dicho de cómo no quedarle agradecida a una década que te da tanto y justo la que te prepara para entrar en la madurez de la vida.

Inicio mis treinta con la muerte de mi padre, qué grandiosa forma de comenzar una década, sí lo sé, estoy siendo irónica, pero es que luego de casi diez años me doy el lujo de sacar el sarcasmo a pasear porque aquel dolor me costó tres años en superarlo, es decir, el 30% de esta década me la pasé en duelo y el resto fue algo así como acomodar el dolor en mi interior para que aprendiera a vivir con mis aciertos y alegrías, así que en mi equipaje emocional llevo a cuesta esta tristeza, entre otras tantas que no son tan obvias ni explícitas.

Así se me fue medio año



Desde que comenzó este año solo me establecí un único propósito: trabajar en mi amor propio, lo cual no quiere decir que me he estado abstrayendo y olvidando del mundo en los últimos seis meses, me he ocupado más bien de organizar mis sentimientos, apaciguar mi ego y de cambiar mis pensamientos, y aunque he trabajado de puertas hacia adentro, lo he estado haciendo para tener una mejor conexión con el mundo que me rodea tan solo colocando el amor propio en su lugar.

Lo primero que identifiqué fue esa mirada externa y la baja tolerancia que tenía a la crítica o a las malas intenciones, sobre todo al referir mi estado de ánimo negativo a otra persona, y es por ello que escribí Cómo la gente te ve, precisamente para identificar desde qué autoestima o desde qué nivel de interpretación dejaba que la opinión de otro me afectara.

Mi relación conmigo



Desde pequeñas nos enseñaron a relacionarnos, nos dijeron que debíamos ser buenas hijas, buenas hermanas, buenas nietas, buenas primas, buenas amigas, buenas compañeras; pero nadie le dio nombre a nuestra relación personal y mucho menos a que debíamos ser buenas con nosotras mismas, al parecer nos incitaban a socializar y nos cuestionaban cuando queríamos pasar nuestros días de puertas cerradas hacia la vida.
Recuerdo mi maravillosa infancia, la mayoría del tiempo vivía inmersa en mi propio mundo, mi madre dice que podía pasar horas y horas encerrada en mi habitación jugando con mis juguetes y que así tranquilamente se me podían ir los días, estaba en comunión conmigo y era feliz sin saberlo, el problema estaba cuando tenía que ir a compartir, por aquello de tener una familia numerosa (y cuando digo numerosa es porque te estoy contando que somos 51 primos hermanos solo por parte materna), por lo que el tema de socializar era recurrente, así que mientras crecía poco a poco me fui olvidando de esos espacios a solas y empecé a conjugar mi vida en plural rodeada de tantos, y así me fui olvidando de esa mágica relación que tenía conmigo.

30 minutos en 30 días



Como me gusta seguir las tendencias de mis bloggers favoritos e inspirarme con ellos, leer artículos a diestra y siniestra y ser una consumidora de blogs de todo tipo, pude darme cuenta que en este comienzo de año 2016 hubo dos proyectos de 30 días que seguí al pie de la letra de dos blogueras, en el mes de enero Aniko Villalba presenta “30 días de escribirme” y luego en febrero Diana Garcés propone “30 días hablando de blogs y productividad”.

Así que tomo estas dos maravillosas iniciativas como inspiración y propongo para marzo 30 minutos en 30 días, el cual es un proyecto de videos que estoy realizando este mes y que voy a compartir AQUÍ.

A partir de hoy y en los próximos 30 días les estaré contando sobre mi meta personal de este año: Mi amor propio, lo que estoy haciendo para lograrlo y muchos tips de crecimiento personal que he aprendido en estos dos últimos años llevando a cabo la escritura reflexiva.

También sé reírme



Hace algunos meses alguien a quien amo mucho me dijo que siempre veía en mis escritos a una Eliana triste y no a una persona que también saber ser alegre y ocurrente, tal vez esto sea porque cada vez que escribo saco a relucir mi lado más reflexivo y filosófico y descarto del todo a esa yo chistosa que ríe a carcajadas y adora de vez en cuando ser la humorista de las reuniones.

Pero sí, también sé reírme, también suelo ser jocosa e irreverente, impulsiva y burlista, es que no solo me gusta reír sino hacer reír a los demás, siempre digo que si se me hubiese presentado la oportunidad sería capaz de subirme a un escenario y ridiculizar a algún personaje y hacer caras graciosas hasta que todos mueran de risa, de hecho cuando cuento chistes (que es mi gran especialidad) me encanta dramatizar y hacer en la historia desenlaces improvisados, exagerados y llenos de humor.

Balance de fin de año


Todos hemos tenido años buenos y otros no tan buenos, de hecho llegamos a catalogar a los años de acuerdo a los acontecimientos importantes, podemos decir que el “dos mil tal” fue el de los grandes logros o que el “dos mil cual” fue el más difícil de todos, quizás terminando la primera década del siglo tuvimos gran prosperidad o padecimos muchos sufrimientos, lo cierto es que a los años le ponemos nombres y hacemos referencia de ellos cuando queremos recordar algunos sucesos, así que desde ya voy a etiquetar a este año como el año del cambio, el desapego y el desprendimiento.


Culminan estos 365 días y es como imposible no hacer un balance y reflexionar un poco sobre lo que se ha logrado y se ha dejado atrás, empezamos a verificar qué tanto nos hemos cumplido y qué sueños dejamos de soñar, particularmente este ha sido un año muy distinto para mi, con situaciones que en nada se han parecido a mi vida entera, un año que me ha mostrado el cambio como ningún otro lo ha hecho, y a pesar de que esté culminando, no lo siento como tal, porque precisamente el cambio me hace ver todo como un comienzo y no como un final.

Mis pequeños espacios de soledad


Es irónico como es que comienzo escribiendo en este blog hace más de dos años haciendo honor a su titulo y que en la actualidad carezca de esos espacios de soledad para fortalecer mi espíritu. Antes la soledad era tan ensordecedoramente asfixiante para mí y ahora se ha vuelto tan necesaria, tan improbable, casi inalcanzable y descartable.

Conquistar espacios que sean solo míos ya no se ajusta a mi realidad, antes me tragaba la soledad por toneladas y ahora solo pruebo bocados de mi absoluta presencia, porque con el tiempo la soledad se fue transformando de un espacio vacío a un lugar lleno de mi, así que cuando el silencio se acerca yo solo comienzo a reconfortarme, a saber que por un rato estaré en mi compañía, solo conmigo, a solas del mundo, plena de mi, tal vez sin decirme nada o quizás dando gritos internos de lo que me estuve callando por tanto tiempo.

Carta de despedida a una ciudad



Le debía esta carta de despedida a una ciudad que me dio albergue por más de cuatro años, hace ya varios meses que me fui de allí y aún no le había expresado mi más profundo agradecimiento, uno siempre se despide de personas pero casi nunca se percata que los lugares también reclaman nuestra despedida, sobre todo aquellos lugares que nos estuvieron esperando para vernos crecer y se enorgullecen al ver cómo nos vamos de allí con el alma engrandecida.


Es cierto que recalqué muchas veces un tiempo que creí vencido en esa ciudad, pero ahora que la veo a la distancia, quisiera caminarla de nuevo y escucharla en la cordialidad de su gente, recuerdo sus calles como quien recuerda una risa, añoro esa cotidianidad como quien añora el encuentro de aquello que quedó suspendido en el tiempo, pero con la esperanza de volver a encontrarse algún día.

Extrañarse a uno mismo



En estos días me ha dado por recorrer mi historia y rememorar mis vivencias, verme en distintos lugares a través de fotos y reconocerme en esa sonrisa abierta, en esa mirada quizás ingenua, en esos tiempos en los que anhelaba ser lo que soy ahora sin imaginar que tanto he cambiado, soy tan diferente a la de hace diez años, incluso a la de hace un año o a la de hace cuatro meses, de hecho seré diferente una vez que culmine de escribir lo que ahora lees, ya que soy de esas personas que aprovecha la escritura para limpiarse, para exiliarse de la indiferencia y para encontrarse con lo nuevo, utilizo las emociones para mover cosas en mi interior y para organizar mis sentimientos.


Cuando uno se ve a sí mismo en el pasado, cuando uno se recuerda al lado de las personas que ya se fueron, en realidad uno no extraña a nadie, uno se extraña a sí mismo en esos escenarios, en esos contextos, las personas te hacen ver cosas que no veías, y cuando no están, te sientes ausente de ti (la ausencia de otro remarca nuestra propia ausencia), ausente de lo que otros te brindaron, de lo que te hicieron ver, apagas entonces tu casa como si la felicidad viniera de afuera, y ocurre que cuando las personas han estado, durante su permanencia has encendido la luz de tu casa interna.