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La antagonista de tu vida



Seguramente has llegado a escuchar la típica frase de “sé la protagonista de tu vida y no te quedes como espectadora”, pero ¿cómo ser la protagonista cuando la antagonista tiene más lineas en el guión?

La antagonista es esa tú, que no solo le asignaron más escenas en el rol de tu vida, sino que además le encanta robarse tu ángulo favorito y quedarse con la mejor posición para que le dé la luz.

Es esa adversaria que le gusta sabotear cada plan que tienes, cada nueva propuesta, cada nuevo proyecto, incluso hasta le pone fecha de caducidad a los tiempos de felicidad.

Esta otra tú, que muchas veces has confundido con la verdadera tú, le encanta ser evasiva, mentirosa, dramática, ansiosa, imprudente, controladora y hasta intransigente.

Saliendo de los 30, entrando a los 40



Todavía no cumplo los 40 pero estoy a unos cuantos meses de lograrlo, me han contado que es una década estupenda, ya te sientes más segura de ti misma y pisas con más fuerza y determinación aquello que te planteas, al parecer las mujeres por estos años ya van más claras frente a sus propósitos de vida, y además, dicen que el sexo es fabuloso; pero nadie me ha contado sobre cómo le hizo para superar los treinta, nadie me ha dicho de cómo no quedarle agradecida a una década que te da tanto y justo la que te prepara para entrar en la madurez de la vida.

Inicio mis treinta con la muerte de mi padre, qué grandiosa forma de comenzar una década, sí lo sé, estoy siendo irónica, pero es que luego de casi diez años me doy el lujo de sacar el sarcasmo a pasear porque aquel dolor me costó tres años en superarlo, es decir, el 30% de esta década me la pasé en duelo y el resto fue algo así como acomodar el dolor en mi interior para que aprendiera a vivir con mis aciertos y alegrías, así que en mi equipaje emocional llevo a cuesta esta tristeza, entre otras tantas que no son tan obvias ni explícitas.

Cómo la gente te ve



Es cierto, a donde quiera que vayamos o donde sea que nos encontremos siempre estaremos rodeados de personas que nos amen y personas que nos detesten, y esto ocurre porque todos tenemos una percepción distinta de la vida, estarán los que noten tus lados buenos, y otros, los no tan buenos; porque si hay algo de lo que debemos estar seguros, es que nuestras partes oscuras existen y muchas veces salen a relucir y hay algunos que las notan y otros que no las perciben, tal vez porque aquel que se fijó o identificó con tus partes lumínicas no tuvo la necesidad de profundizar para descubrir aquellos lugares tuyos en los que no iluminas tanto desde tu personalidad y tu forma de enfrentar la vida.

Cuando alguien te comienza a distinguir desde tus lados oscuros, es difícil que llegue a conectarse con tus partes buenas, estas personas se quedan con una sola percepción y comienzan a enviarnos mensajes que lo más probable es que rechacemos y hasta nos pongamos en el papel de victimas de sus desagravios como un mecanismo de defensa propia y tomemos esa actitud como una condena, pero si comprendes que en muchas oportunidades las personas que forman parte de nuestras vidas pueden ver cosas de nosotros de las que quizás hasta ahora ni nosotros mismos nos hemos visto, y puede incluso que resultemos ser un espejo en el que el otro va descubriendo sus lados no tan buenos, entonces sabrás que cada persona vino a ti para hacerte ver partes tuyas muy intrínsecas, a través de lo que el otro te muestra y de lo que ti percibe.

Carta de despedida a una ciudad



Le debía esta carta de despedida a una ciudad que me dio albergue por más de cuatro años, hace ya varios meses que me fui de allí y aún no le había expresado mi más profundo agradecimiento, uno siempre se despide de personas pero casi nunca se percata que los lugares también reclaman nuestra despedida, sobre todo aquellos lugares que nos estuvieron esperando para vernos crecer y se enorgullecen al ver cómo nos vamos de allí con el alma engrandecida.


Es cierto que recalqué muchas veces un tiempo que creí vencido en esa ciudad, pero ahora que la veo a la distancia, quisiera caminarla de nuevo y escucharla en la cordialidad de su gente, recuerdo sus calles como quien recuerda una risa, añoro esa cotidianidad como quien añora el encuentro de aquello que quedó suspendido en el tiempo, pero con la esperanza de volver a encontrarse algún día.

Extrañarse a uno mismo



En estos días me ha dado por recorrer mi historia y rememorar mis vivencias, verme en distintos lugares a través de fotos y reconocerme en esa sonrisa abierta, en esa mirada quizás ingenua, en esos tiempos en los que anhelaba ser lo que soy ahora sin imaginar que tanto he cambiado, soy tan diferente a la de hace diez años, incluso a la de hace un año o a la de hace cuatro meses, de hecho seré diferente una vez que culmine de escribir lo que ahora lees, ya que soy de esas personas que aprovecha la escritura para limpiarse, para exiliarse de la indiferencia y para encontrarse con lo nuevo, utilizo las emociones para mover cosas en mi interior y para organizar mis sentimientos.


Cuando uno se ve a sí mismo en el pasado, cuando uno se recuerda al lado de las personas que ya se fueron, en realidad uno no extraña a nadie, uno se extraña a sí mismo en esos escenarios, en esos contextos, las personas te hacen ver cosas que no veías, y cuando no están, te sientes ausente de ti (la ausencia de otro remarca nuestra propia ausencia), ausente de lo que otros te brindaron, de lo que te hicieron ver, apagas entonces tu casa como si la felicidad viniera de afuera, y ocurre que cuando las personas han estado, durante su permanencia has encendido la luz de tu casa interna.

La cadena de la inspiración


Hoy en día hay una gran cantidad de temas desarrollados en la web para el gusto de cada quien, particularmente soy una apasionada sobre temáticas de crecimiento personal y travesías viajeras, así que si quiero inspirarme tengo mis blogs favoritos (incluyendo el mío) en los que busco lecturas que me motiven e iluminen mi creatividad.


Cuando la musa inspiradora aún no baja hacia mí, suelo buscar temas de espiritualidad y emociones saludables o maravillosos relatos de aquellos países que aún no visito, tengo autores predilectos a los que no solo me limito a leer, sino también busco entrevistas y videos para profundizar en sus puntos de vista, así que cuando los escucho, ocurre que muchos afirman haber tenido un modelo a seguir o alguien que los inspiró a estar donde están, esto me puso a pensar sobre una gran cadena de inspiración que muchos estamos haciendo, y sin darnos cuenta, estamos trabajando por un mejor planeta.

Carta a mi futura yo


Mi muy querida y adorada Eliana, te escribo esta carta justo en un momento de tu vida en el que estás haciendo muchos cambios, la lees diez años después ya casi finalizando tus cuarenta y tantos. ¿Qué estarás haciendo? ¿Cuántos libros has leído y cuántos escrito? ¿Tuviste otro hijo? ¿Conociste muchos países? ¿Si recorriste la costa sur española como tanto querías? ¿Tienes la casa frente a la playa como lo añorabas? ¿Llegaste a conocer la nieve? Ojalá seas la escritora reconocida con la que yo sueño ahora y estés llegando de una firma de libros.
Te cuento que por estas fechas andas tranquila, ya sabes controlar tu ansiedad, estás caminando mucho, agradeces todo el tiempo, tienes gran vitalidad; dime por favor que ya corres media hora, lo sé, trotar no es tu deporte favorito, pero me prometiste que lo harías. De seguro te estás amando con locura, ya sabes respetar tus espacios, ya no te postergas, aceptas a las personas como son porque te has aceptado a ti misma.

Desde lejos


Desde lejos le escribo a un país donde ya no vivo, a una cotidianidad a la cual ya no pertenezco, desde lejos estoy sentada respirando toda la paz posible y, sin embargo, de qué sirve tanta felicidad si no se comparte. Cuando el exilio es una opción voluntaria sabes que dejarás atrás el abrazo diario, así que el palpar lo cambias por llamadas con cámaras para enterarte de cómo va todo, un compartir de fotos te hace mirar con nostalgia aquellos momentos donde no estuviste, alguien te cuenta una anécdota en la que no participaste y el tiempo transcurre no importa si estas allí o en otra parte.

Desde lejos me siento frente a mi exigente y hasta terapéutica hoja en blanco y quisiera llorar sobre ella letras, puedo estar en los más hermosos paisajes, ir al súper mercado y conseguir lo que quiera, descubrir un lugar donde venden comida deliciosa, pero muchas veces se siente la experiencia incompleta sin tener al lado a tus seres cercanos para que realmente valga la pena. Puedo estar en lugares donde hay mucha gente, y aun así, no sentir compañía, a veces miro como las personas se encuentran, se saludan, conversan, acuerdan volver a verse, y yo acá, desde lejos, no coincido con nadie a quien otorgarle un abrazo fraterno, un despedirme al menos con un “nos vemos luego”.

Romper la rutina, abrir el camino



Un criterio de realidad me hizo escribir estas líneas, viendo los sueños inalcanzados desde la ventana de la añoranza por no haberse cumplido nunca, cuando aferrados a la comodidad se nos fue pasando la vida, cuando el cambio avecinó su llegada nos fuimos aterrando por adelantado y colocamos la predisposición para no romper la inercia de lo conocido, y nos negamos a dar un salto definitivo o hacer un cambio radical, así que hemos podido transcurrir esta vida perfectamente infelices y mantenernos allí por mucho tiempo, porque lo que no conocíamos nos asustaba más que aquellas circunstancias desgastadas que aún nos afectan y nos lastiman.

Tomar riesgos no es algo que le sea placentero a cualquiera, son muchos los que llegan al final de sus días sin haber vivido realmente porque siempre estuvieron vestidos de miedo, demasiado asustados para arriesgarse o para vivir una aventura y colocaron a la estabilidad como una prioridad tambaleante. Gente que no ha sido capaz de ir en contra de la cotidianidad rutinaria, que dejan ir oportunidades como si algún día llegarán en cambote, que no se atreven a probar nuevas comidas, usar otro tipo de color en la ropa, caminar por otras calles, dejar de planificar y por alguna vez improvisar.

Descubriendo nuevos sabores



Sin la pretensión de hacerles llegar de mi parte una crítica gastronómica, ya que no soy experta en temas culinarios, mi intención es solo contarles sobre una experiencia inigualable en la que me he dejado llevar por mis sentidos, predominando por supuesto el del gusto y el retrogusto del olfato, he descubierto sabores que han trasmitido a mis emociones un fascinante placer, a partir de múltiples sensaciones que le atribuyo a la textura (dura o cremosa) del queso en mi boca, junto con la espesa, acida y suculenta caricia del vino sobre mi lengua.

Como saben, cada experiencia que deja en mí un curso, seminario, charla o conferencia, la pongo ante sus ojos y la plasmo para que no se me escape el aprendizaje obtenido, hoy los protagonistas temáticos de mi post son el queso y el vino.

Cuando nuestros padres envejecen



El año pasado mi madre vino a visitarme, tras una cirugía de muñeca, en la cual sufrió una severa fractura, se quedó unos días a mi lado para descansar y disfrutar unas merecidas vacaciones, pero ocurre que me encuentro frente a una mujer más apaciguada y menos enérgica, cuyo comportamiento no estaba acostumbrada a ver. Tal vez por el poco contacto cotidiano que mantengo ahora con ella, me sorprendo al estar junto a una persona que ha preferido detenerse ante la vida y adoptar la relajación como disfrute.

Nuestros padres cuando envejecen son seres que se nos transforman y nos regalan otro tipo de aprendizaje, los conocemos en una juventud incansable, donde nos dedican largas jornadas, dependemos de ellos para nuestro crecimiento y se convierten en un duro apoyo que nunca creemos se llegará a resquebrajar, es por ello que cuando nos paramos frente a frente ante una vulnerabilidad que creímos siempre sería fortaleza, nos aterramos, porque mientras más años cumplan, más cerca estamos de despedirlos, comenzamos entonces a pelear internamente entre el amor que les tenemos y el miedo que obtenemos al perderlos.

Hablemos de amistad


Esta es la primera vez que escribo sobre la amistad, realmente no es un tema que domino mucho, de hecho, no me considero una excelente amiga, no creo en la amistad de estar juntos todo el tiempo, inseparables, pensando siempre lo mismo, para mí la amistad se da en distintas etapas de la vida y en diferentes grados de importancia y trascendencia. Hay amigos que son partes de una época, amigos de risas y lágrimas, amigos de espacios, amigos de siempre.

Mi concepción de amistad no está apegada a la fidelidad ni a la exclusividad, creo que nunca he usado el término “mejor amiga(o)” ni he tenido la sensación de que alguien me traicione por alguna vez tener la preferencia de compartir con otra persona que no sea yo, estamos de paso, y todos estamos aprendiendo de todos, y los amigos son grandes maestros de la vida.

Vivimos despidiéndonos



La vida es un cotidiano despedirse, cada día nos estamos despidiendo de algo o de alguien, nos despedimos de la infancia de nuestros hijos al verlos convertirse en adolescentes y luego en adultos, nos despedimos de nuestros padres al ver que sus ojos se cierran para no volverse abrir jamás, nos despedimos de cada persona que amamos cuando decidimos tomar caminos distintos, nos despedimos de los compañeros de vida, esos con los que se comparte el estudio, el trabajo y los sueños, nos despedimos de cada hogar que nos alberga por el instante que dura esta existencia, nos despedimos de nuestra patria al tomar otros rumbos para el crecimiento personal y profesional con un disimulado desarraigo en las venas, nos despedimos cada día sin darnos cuenta que constantemente nos estamos despidiendo de todo.

La vida se nos pasa tan ligera que ni siquiera nos percatamos cómo nuestra piel se va deteriorando, nuestro cabello va perdiendo brillo, y cada cana que se asoma, nos recuerda lo determinante que ha sido el tiempo con su pasar sustancioso sobre nuestro cuerpo. Los mejores años y las épocas tortuosas nos han dicho adiós y le han dado paso a estos años nuevos.

Despintemos el pasado



El pasado lleva la tinta de nuestros antiguos recuerdos, colores que el tiempo se ha encargado de atenuar y darle matices desgastados o degradados, y que desde el presente, se tornan distintos a esa gama de colores que algún día logramos apreciar.

Solemos calificar al pasado de oscuro, brillante, días grises, recuerdos coloridos, y nos sentamos a ver esa pintura, y muchas veces en reuniones familiares o de amigos, en nuestra soledad o con nuestra pareja, tal como si estuviésemos viendo la obra en un museo, donde se cree transmitir las mismas sensaciones y emociones que el artista experimentó frente a la escena o el motivo original, y desperdiciamos el ahora observando detenidamente cada acontecimiento como si estuviese intacto e intocable por el tiempo.

Hagamos el duelo

Cuando lo distinto llega, cuando lo cotidiano se impregna de tristeza, cuando la ausencia se hace presencia, cuando la congoja deja a un lado a la alegría, estamos frente al duelo. No estamos preparados para recibir al duelo, mucho menos estamos preparados para procesarlo. El duelo es una etapa de interrupción en nuestras vidas: pérdida, traiciones, decepciones que no esperábamos, llegan sin previo aviso, nos tocan la puerta y entran a nuestra cotidianidad sin haberlas llamado ¿Recibirlas con el corazón o recibirlas con el cuerpo? 

Hacerle el duelo a cada espacio de nuestra vida que ya pasó es importante. Estamos inmersos en una cultura en la que el duelo no es relevante, en la que la tristeza es aburrida, y por ende, no queremos importunar a los demás con nuestras perturbaciones, entonces nos distraemos y lo dejamos para luego. Pero cuando postergamos los duelos, ellos nos estarán esperando en cualquier otra esquina de la vida, tal vez para repetirlos y por fin resolverlos en nosotros o para recordarnos que ellos siguen allí, sin haber sido procesados.