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Cuando la tristeza invade nuestra vida

Por motivos laborales he estado en contacto directo con el Coronavirus, con las consecuencias que tiene este virus sobre las personas… sobre el ser humano y su capacidad de superación.

Tanto enfermos como profesionales sanitarios hemos tenido que convivir diariamente con la tristeza.

Los enfermos, cuando entrabamos en el hospital, y teníamos que despedirnos de nuestros familiares en la puerta, sin saber si podríamos volver a verlos otra vez. Nos aislaban en una habitación, y solo entraba el personal estrictamente necesario para atendernos, personal que solo podrías entrever los ojos, ojos cargados de compasión y tristeza como la que sientes tú en ese momento.

En los peores momentos, en los que nos sentimos más vulnerables, es donde necesitamos el amor y cariño de los seres queridos, pero cuando no podemos acceder a ellos, y nos aíslan completamente de todo, nos embarga un sentimiento profundo de tristeza y soledad.

La tristeza es minimalista



Llevo toda la vida huyendo de la tristeza… Es más:

          👉Ni me permitía estar triste
          👉Ni se lo permitía a los demás
          👉Ni me gustaba estar con gente triste
          👉Ni me parecía buena idea transitar esa emoción

¿Sentía tristeza? Seguro que en muchos momentos… Pero impedía que aflorase y se me fue quedando dentro.

Sin embargo, una cosa curiosa, aunque no me gustaba la tristeza ni la gente triste, tenía cierta tendencia a rodearme de este tipo de gente a quienes intentaba salvar constantemente.

Ahora entiendo que detrás de esa actitud había una tremenda necesidad de salvarme a mí misma.

30 minutos en 30 días



Como me gusta seguir las tendencias de mis bloggers favoritos e inspirarme con ellos, leer artículos a diestra y siniestra y ser una consumidora de blogs de todo tipo, pude darme cuenta que en este comienzo de año 2016 hubo dos proyectos de 30 días que seguí al pie de la letra de dos blogueras, en el mes de enero Aniko Villalba presenta “30 días de escribirme” y luego en febrero Diana Garcés propone “30 días hablando de blogs y productividad”.

Así que tomo estas dos maravillosas iniciativas como inspiración y propongo para marzo 30 minutos en 30 días, el cual es un proyecto de videos que estoy realizando este mes y que voy a compartir AQUÍ.

A partir de hoy y en los próximos 30 días les estaré contando sobre mi meta personal de este año: Mi amor propio, lo que estoy haciendo para lograrlo y muchos tips de crecimiento personal que he aprendido en estos dos últimos años llevando a cabo la escritura reflexiva.

Extrañarse a uno mismo



En estos días me ha dado por recorrer mi historia y rememorar mis vivencias, verme en distintos lugares a través de fotos y reconocerme en esa sonrisa abierta, en esa mirada quizás ingenua, en esos tiempos en los que anhelaba ser lo que soy ahora sin imaginar que tanto he cambiado, soy tan diferente a la de hace diez años, incluso a la de hace un año o a la de hace cuatro meses, de hecho seré diferente una vez que culmine de escribir lo que ahora lees, ya que soy de esas personas que aprovecha la escritura para limpiarse, para exiliarse de la indiferencia y para encontrarse con lo nuevo, utilizo las emociones para mover cosas en mi interior y para organizar mis sentimientos.


Cuando uno se ve a sí mismo en el pasado, cuando uno se recuerda al lado de las personas que ya se fueron, en realidad uno no extraña a nadie, uno se extraña a sí mismo en esos escenarios, en esos contextos, las personas te hacen ver cosas que no veías, y cuando no están, te sientes ausente de ti (la ausencia de otro remarca nuestra propia ausencia), ausente de lo que otros te brindaron, de lo que te hicieron ver, apagas entonces tu casa como si la felicidad viniera de afuera, y ocurre que cuando las personas han estado, durante su permanencia has encendido la luz de tu casa interna.

Descubriendo nuevos sabores



Sin la pretensión de hacerles llegar de mi parte una crítica gastronómica, ya que no soy experta en temas culinarios, mi intención es solo contarles sobre una experiencia inigualable en la que me he dejado llevar por mis sentidos, predominando por supuesto el del gusto y el retrogusto del olfato, he descubierto sabores que han trasmitido a mis emociones un fascinante placer, a partir de múltiples sensaciones que le atribuyo a la textura (dura o cremosa) del queso en mi boca, junto con la espesa, acida y suculenta caricia del vino sobre mi lengua.

Como saben, cada experiencia que deja en mí un curso, seminario, charla o conferencia, la pongo ante sus ojos y la plasmo para que no se me escape el aprendizaje obtenido, hoy los protagonistas temáticos de mi post son el queso y el vino.