Es cierto que recalqué muchas veces un tiempo que creí vencido en esa
ciudad, pero ahora que la veo a la distancia, quisiera caminarla de nuevo y
escucharla en la cordialidad de su gente, recuerdo sus calles como quien
recuerda una risa, añoro esa cotidianidad como quien añora el encuentro de
aquello que quedó suspendido en el tiempo, pero con la esperanza de volver a
encontrarse algún día.
Despedirse de una ciudad como quien se despide de alguien (tuitea la frase), “dicen que hay
que escribir acerca de un lugar cuando uno ya se fue”, pero cuesta escribir de
un lugar donde fuiste a encontrarte y te hallaste, y además en el que se te
abrieron las puertas del crecimiento en todos los ámbitos y en todo momento.
¿Cómo se despide uno de una ciudad? ¿Cómo se le hace llegar una carta de
despedida? ¿Será que alguien que vive allí podría entregársela? ¿Alguien le
podría decir que la llevo en el corazón y en el alma? Cómo poder olvidar a
una urbe tan verde y llena de flores, tan primaveral y con un clima siempre
perfecto, cómo es que se te escapa de la memoria pequeños momentos en hermosos
lugares con una rara sensación que alguna vez lo vivirás todo de nuevo, porque
una ciudad que te regala aire fresco y calidad de vida en definitiva es difícil
de olvidar.
Renegué infinidad de veces su lejanía con el mar, quise buscar un mapa y
hasta moverla de sitio para que fuese absolutamente perfecta, pero terminé
aceptando sus montañas, sus calles limpias, sus flores por doquier, incluso
hasta ese regionalismo excesivo que caracteriza a sus habitantes, tomé prestado
su acento en alguna de mis oraciones, adapté su amabilidad a mi personalidad y
quise en algún momento llevar su gentilicio en mi sangre.
Muchas veces nos quedábamos solas y la miraba desde mi ventana, y como si
ella me hablara en mi angustiosa soledad, comencé a escribir y a reflexionar lo
que quizás me susurraba, comprendí entonces que fui hasta allí para hallarme,
que por más de treinta años viví en mi ciudad natal, pero era preciso ir a esta
ciudad a encontrarme, yo la contemplaba mientras me inspiraba y ella me daba a
cambio esa brisa de montaña, ese verdor que no he visto en otra parte, esas
fuertes lluvias que me invitaban a reconfortarme.
Si alguien va a visitarla díganle que la extraño, que jamás pensé que uno
podía querer a una ciudad como se quiere a alguien, cuéntenle que aún la evoco
y la tomo de referencia en mis conversaciones, que no he podido olvidarla ni
pretendo hacerlo, fui ciudadana de sus avenidas y transité sus calles y ella me
correspondió en todo momento, también me aceptó como yo la acepté con todas mis
angustias y defectos, así que me enseñó a relajarme y a vivir la vida de otra
manera.
Algún día planificaré un nuevo encuentro, tal vez para permanecer allí
algunos días y rememorar mis comienzos de crecimiento interno o para quedarme a
vivir la última etapa de mi evolución personal, porque fue en esa ciudad donde
todo comenzó, fue allí donde emprendió mi escritura reflexiva, fue ese
ambiente, ese clima que le dieron impulso a la mujer que soy hoy, y eso nunca
se olvida.
Cuando eres de una ciudad grande y vertiginosa te cuesta entender a las
ciudades pequeñas y de una cordialidad que llegas a tildar de empalagosa, pero
si el mundo entero fuese así, si cada ciudad de este planeta llevara esa
amabilidad como emblema, seguramente tuviésemos un mundo totalmente distinto,
donde la gentileza sería un instinto y la cortesía una forma de expresar la
vida.
Gracias por tanta nobleza y simpatía, gracias por el respeto, la amabilidad
y la empatía, gracias por el refugio, gracias por la agonía, gracias por la
abundancia y la carencia, por darme motivos para quedarme y por darme impulsos
para volver, gracias por no rechazar mi nacionalidad y por hacerme saber que
mis costumbres también cabían, que mi acento me distinguía y con el que siempre
me expresaron que era un placer escuchar lo que decía. Pero la mejor forma de
expresar la gratitud es tal como tú lo haces: Un Dios te pague Medellín por
darme tanto, ojalá algún día te pueda retribuir lo que me diste, pero por
ahora mi esperanza de retornar se aniquila, así que solo espero que en otra
oportunidad llegue a escribir una continuidad de estas líneas y eso signifique
el marcar con las palabras nuestro inevitable reencuentro.
Hay palabras que son bastas, delicadas, susurrantes, hablan a gritos, silentes de olvido, agobiantes en versos.— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) 23 de diciembre de 2014
Muy inspiradora.
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