Mostrando entradas con la etiqueta Pareja. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pareja. Mostrar todas las entradas

El día que dejé de ver debajo de la cama



Crecimos escuchando historias, esos cuentos donde la protagonista es una princesa indefensa esperando ser rescatada por un apuesto y gallardo príncipe o hermosas y perfectas princesas que tenían que besar un asqueroso sapo o soportar el mal humor de una bestia peluda para lograr, con el beso de “amor verdadero”, transformarlo en un hombre decente con quien por fin podían ser felices.


Sí, esas fueron las historias de nuestra infancia. No es de extrañar que muchas no lo lográramos y termináramos teniendo relaciones desastrosas porque en la vida real, los cuentos se dan a la inversa: los galantes caballeros se transforman en bestias que incluso te amenazan de muerte.


Aunque tengo que ser justa: no se trata solo de las historias que hemos escuchado porque, aunque creo que pueden influir, la verdad es que cada una decide cómo escribir la suya. En eso creo, soy firme partidaria de asumir la responsabilidad.  Y nota que hablo de asumir responsabilidades, que es muy diferente a achacar culpas. Pero eso, y otras cosas más lo descubrí el día que dejé de ver debajo de la cama.

Cómo cambiar el guión de tu película romántica

Acabas de terminar una relación de pareja, y luego de darte un tiempo de descanso, o de no hacer ningún tipo de duelo porque definitivamente eso no es lo tuyo, decides darle continuidad a tu película romántica.
Ya tienes un guión establecido y una historia contada a partir de un sistema de creencias que has ido construyendo con tus relaciones anteriores y ahora te dispones a hacer un casting para nuevos actores.
Ya sabes cuáles son los roles preestablecidos de la actriz principal que eres tú, por lo general ella ha sido la malquerida o aquella mujer a la que nunca nada le será suficiente, tienes claro que la protagonista lleva siempre el mismo tipo de actuación y sabes con antelación cuáles serán sus sufrimientos.

Recuperar la autoestima después de la ruptura


Este año me voy a dedicar a crear contenido enfocado en la pareja y más específicamente en reconstruirte después de una ruptura de pareja y preparar tu corazón para un nuevo amor, y lo pudiste ver en el primer post de esta serie titulado Recomenzar la vida afectiva.

Si estás abriendo la newsletter que te envío mensualmente, ya te habrás enterado de ello antes de haber leído este post y además estarás disfrutando de la reflexión que estoy realizando exclusivamente para suscriptoras.

Así que como voy a hablar sobre reconstruirte después de una relación, por supuesto que el tema de autoestima es uno de los primeros temas que se deben abordar.

Recomenzar la vida afectiva



Detrás de un desacierto amoroso hay una cantidad de posibilidades grandiosas que no logramos ver en el momento que nos atrapa el despecho.

Para recomenzar la vida afectiva primero debemos sanar algunas cosas en nuestro interior para luego replantearnos qué significa estar en pareja y cómo influye en nosotros el concepto de relación.

Todos los seres humanos tenemos la posibilidad de construir relaciones de parejas saludables, pero para llegar allí es necesario hacer un trabajo personal en donde es preciso limpiar una energía relacional que puede estar muy contaminada de ideas y conclusiones erróneas en torno a las relaciones.

Lo primero que todos debemos tener muy claro es que la gran pareja de mi vida soy yo, y esto lo puedes ver en cómo te has tratado, cómo te cuidas, como es tu flexibilidad contigo y tu capacidad de ser libre dentro de ti, siendo todo esto un referente importante de lo qué has hecho en torno a la pareja.

Confesiones de una mujer insegura



Debo confesar que para llegar hasta el amor propio se recorre un largo camino que comienza en el preciso momento en el que miras a tú alrededor y ves que todo el caos de afuera es tan solo una proyección de ese torbellino que llevas dentro.


Las constantes peleas con tu pareja, tu insatisfacción en el ámbito laboral, lo enojada que estás con el espejo, lo difícil que te resulta la relación con tus padres, suegros, hermanos o hijos, la ansiedad de que siempre haya alguien mejor que te supere y la búsqueda de aprobación, son tan solo algunos aspectos de una mujer sumergida en la inseguridad y en su poca valía.

Antes de quedarme con la energía o creencia de alguien más para que no me perturbe o me defina, tuve que caminar descalza sobre las brazas de mis propias dudas y asegurarme mil veces, desde la impulsividad, que la realidad de otro no era necesariamente una verdad mía.

Sanando la intimidad



Muchas veces la belleza física y los aires de juventud nos dan una mala jugada. Al parecer los abrazos en casa no fueron suficientes o no eran abrazos que significaran amar. Tal vez la presencia paterna estuvo ausente física o emocionalmente, o puede que haya estado pero no fue un amor parental.


Con esta ausencia de afectos, la adolescencia nos sorprende agraciadas y frescas, estrenando caderas y pechos, confundiendo halagos con cariños y convencidas de que el verdadero amor lo conseguiremos fuera de los linderos del hogar, aunque muchas veces no sea amor, sino un falso disfraz que se ha puesto el sexo solo para conquistar, y así caminamos hacia la temprana adultez coleccionando relaciones y numerosas frustraciones al momento de intentar amar.

Confundimos amor con pasión y creemos que en la entrega sexual se nos está dando el afecto que desde hace rato veníamos necesitando, cuando en realidad solo se nos están otorgando fugaces momentos de placer (si es que tenemos la suerte de sentir placer) que no necesariamente llevan consigo el arte de amar.

Desde qué herida nos relacionamos



Todos los seres humanos estamos heridos, unos en mayor y otros en menor medida pero heridos, las heridas de unos son más dramáticas y las de otros menos demostrativas, pero heridas al fin, esas que no resolviste en la infancia o que te hacen creer que no eres suficiente para cualquier amor, esas que has escondido por mucho tiempo y hasta colocaste una muralla emocional para que nadie las reparara, pero siempre hay alguien que tiene mucho que ver con tu historia o alguien que no es ajeno a tu herida.


Nuestras heridas son las que nos encuentran y nos hacen coincidir, ellas nos conectan y nos sitúan en un mismo escenario y hacen que conjuguemos nuestra vida en plural, si entendiste esto, entonces entiendes de qué va la vida y porque hay personas que se parecen a lo que tanto nos duele y nos lastima.

Mi herida hace resonancia con tu herida y desde allí nos atraemos, pero luego que se nos cae el ropaje del enamoramiento y comenzamos a mostrarnos tal como somos y el otro me hace ver su verdadera esencia, es allí cuando queremos salir corriendo porque se activa el juego de las proyecciones y comienzo a ver lo que no me acepto en el otro y prefiero evadirlo antes que afrontarlo y detenerlo, así que lo repito en la próxima relación hasta que me vuelva a mostrar mi propia herida y yo vuelva a salir huyendo.

Lo que nadie te dijo del amor



Al parecer nos engañaron, nos dijeron que el amor es un sentimiento que se compensa con abrazos y besos, y que mientras más cerca lo tengamos, más posible y cierto es. Así que con esta concepción falsa vamos por la vida creyendo que la demostración de afecto y el permanecer al lado de alguien son razones suficientes para saber que nos están amando, y quien se salga de esa premisa, estará en contra del amor.


Pero nadie te dijo que por el solo hecho de existir ya eres amor, nadie fue capaz de desafiar los preceptos y decirnos que el amor es una energía que trasciende los linderos planetarios y que es capaz de llegar hasta ese lugar donde tu mirada no alcanza, y tocar, con algo que no se parece al tacto y para lo cual no tengo una palabra especifica, pero tocar, sentir, palpar, tal vez con el alma, nunca con el intelecto.

¿Cómo es posible que sigas amando a alguien que ya ha muerto? Es ilógico que un perrito o un bebe te provoquen tanto amor sin ni siquiera conocerlos, es absurdo que por el solo hecho de llamar a alguien que está lejos ya se te desborde el amor por el pecho, es casi irrazonable esas ganas de ayudar a quienes ni te conocen solo por amor y no por resarcimiento.

En busca de mi pareja interna



Siempre era yo, no podía verlo pero en todo momento fui yo, era el poco amor que me tenía manifestándose constantemente, llevándome hacia el despertar de mi consciencia. Es un espejo en donde a diario me veo pero en el que no me reconocía, mi proyector me hacía ver cosas de mi que no aceptaba, que no veía, pero yo lo único que hacía era rechazarme a mi misma al rechazarlo a él en todo momento.

Ahora lo tengo claro. Somos el espejo del otro. Mi pareja es mi espejo. Siempre estuve proyectando mis necesidades en el otro pero no lograba verlo. Ahora comprendo que no es su culpa sino mi responsabilidad. En realidad detesto la palabra culpa, es un patrón conductual que hacemos todos para dejar la pelota al otro lado de la cancha y no en el lado nuestro.

Así que por este trabajo de amor propio que he venido haciendo decidí ir en busca de mi pareja interna, pero siempre estaba el otro interponiéndose hasta que razoné y vi que en todo momento era yo quien ponía la barrera, y en esa búsqueda me di cuenta que mi pareja externa ha sido siempre un instrumento para el autoconocimiento y para  conocer e ir al encuentro de mi pareja interna.

La mujer que aprendió a querer



Cuando uno ha pasado por diferentes procesos en los que el sufrimiento ha estado involucrado, cuando te has sentido insuficiente en el amor y además has tenido que adaptar tu corazón a nuevas formas de amarte das cuenta que en vez de amar de una mejor manera ocurre que cada vez amaste peor, con más inseguridad y repitiéndote en las mismas dinámicas relacionales, sabes entonces que el amor lo has manejado de manera incorrecta y ahora solo buscas aprender a querer mejor.

Comienzas a educarte en el amor y llega un momento en el que adquieres un significado distinto de la vida, de pronto te percibes a ti misma más consciente y comprensiva, ya no quieres reiterarte en las mismas conversaciones inconclusas ni ahogarte en las mismas heridas, ya no te apetece tener a cuestas los mismos sentimientos, así que empiezas a buscar a una nueva tú, a reinventarte y amar de otra manera.

Cuando el desamor propio nos delata



Creemos que no se nota, estamos seguras que nadie se va a dar cuenta, es que es imposible que alguien lo llegue a percibir, mucho menos cuando tenemos una buena casa, una profesión, vamos a buenos restaurantes, viajamos y además cambiamos de carro constantemente, detrás de toda esa parafernalia, nadie puede darse cuenta de nuestro poco amor propio, nadie sabe de ese sentimiento de inadecuación que siempre te invade o lo poco atractiva que suele ser tu imagen frente al espejo.

Pero ocurre que el amor propio no es para nada ruidoso, así que ni creas que esas actitudes fanfarronas y arrogantes te ponen por encima o tapan lo que no se nota, al contrario, son señales de baja autoestima e inseguridad que siempre te delatan, le gritan al mundo lo enojada que estás con quien eres y la persecución que llevas contigo misma, porque cuando nos vinculamos le proyectamos a otros aquello que creemos que merecemos, y aunque no lo creas, nuestros actos comunican falta de respeto, falta de límites y desvalorización.

La mujer no amada



¿Cómo es la mujer no amada? Es una mujer herida, dormida y ausente de sí misma, que aunque ha tenido encuentros amorosos, siempre se ha sentido insuficiente en el amor, las personas que han sido parte de su historia afectiva han venido a mostrarle su propia herida, y ella, totalmente negada a verla, ha preferido quedarse como la víctima y ha decidido colocarse la etiqueta de abandonada o rechazada y continuar caminando con el corazón roto por la vida.

Esta mujer ha sido amada pero no se ha llegado a sentir amada, no ha codificado el amor en sus encuentros afectivos, quienes se acercaron a su corazón solo la han podido amar como ella misma se ha amado, no tenían opción para quererla de otra manera, y esto hizo que el mundo de afuera se volviera un ratificador de lo que ella llevaba por dentro.

Callar no es hacer silencio


Cuando uno pierde la habilidad de comunicar sus sentimientos y se acostumbra a permanecer en silencio, uno en realidad se calla por fuera pero se grita por dentro. ¿Si no puedes hablar desde el centro de tu corazón, desde qué arista lo haces? Conversar con el otro abiertamente es una iniciativa importante para amar de la mejor manera, pero cuando comienzas a seleccionar aquello de lo que sí puedes hablar para no perturbar al otro ni recibir sus críticas, estás haciendo del silencio un adversario invisible.

Cuando comienzas a evadir lo que quisieras gritar con el alma, seleccionando cuidadosamente lo que se va a poner sobre la mesa, cuando cedes tus espacios comunicativos hasta perder tu identidad justo cuando tu pareja posterga lo que es indispensable decir, tú te sigues gritando por dentro esperando de nuevo el momento preciso.

La nueva mujer romántica


La mujer que crea que con su amor puede cambiar a los demás sin primero haber intentado cambiarse a ella misma, es una antigua mujer romántica, y digo antigua por no decir arcaica ni retrograda, la mujer de antes jugaba a hacerse la indispensable para que no la dejaran de amar, la de ahora, ha descartado de su vida la palabra necesidad.


Si por mucho tiempo te has empeñado en darle a ese hombre lo que eres incapaz de darte a ti misma, si has perdido conexión con tu ser por desbordarte de amor y sacrificarte por el mismo motivo, has llevado tu concepción de romanticismo al lugar equivocado.

Sé que ya te lo he dicho antes, pero es importante recalcarlo, el mejor romance de tu vida es el que tengas contigo misma, los caminos hacia tu corazón solo los conoces tú, y al tenerlos claros, podrás conducir a quien llegue a tu vida, o a quien ya se encuentre en ella, a los linderos de tu alma para ratificar la felicidad que tú ya posees.

Amar de otra manera

Últimamente me ha dado por leer sobre relaciones saludables, sobre personas conscientes de lo completas que están y emprendieron la tarea de tener parejas sanas, personas que encontraron su pareja interna y están dispuestas a descubrir la pareja interna de alguien más, pero es curioso, porque al buscar sobre el tema, muchos artículos revelan lo que NO es ser saludable y pocos te regalan una definición exacta de lo que SÍ es ser sano con el otro.
Sin embargo, conseguí una concepción hermosa de la Dra. Lucy Serrano, la comparto y luego desarrollo el tema ¿les parece? Se entiende por pareja saludable cuando "dos personas completas en sí mismas que han trabajado mucho limpiando sus traumas de infancia y todos los residuos y fantasmas que dejaron las relaciones anteriores, que han aprendido de sus experiencias y errores, ahora tienen la madurez suficiente para embarcarse en la maravillosa aventura de compartir intimidad, ideas y sentimientos". ¡Me encantó!

La esquina rota de un corazón entero



A todos nos han roto el corazón y todos hemos llegado a dejar estropeado un corazón ajeno, pero vamos caminando por la vida como si el sufrimiento fuese exclusivamente nuestro, cuando padecemos la desidia del despecho creemos que nunca nadie se ha llegado a sentir en el estado vegetativo en el que quedamos absortos, casi atónitos por el desprecio, abrumados y vestidos de víctimas le contamos a todos que llevamos dentro un corazón partido en mil pedazos, que sigue latiendo, pero desde la fragmentación en la que lograron vivir algunos retazos sangrantes de un amor delirante, solitario y ardiendo.

Creo que dramaticé un poco, pero es así como nos paramos frente al mundo cuando alguien nos ha dejado, desangrados porque quien nos prometió un para siempre solo se quedó unos cuantos días, como si la permanencia fuese un contrato firmado sin derecho a anulación. Conocemos a la persona "ideal", y como hubo conexión momentánea, juramos que se eternizará el amor desbordado y ya nunca nadie podrá separarnos. 

Esos cuentos de hada que terminan justo cuando la historia en pareja apenas comienza, nos han arrebatado de las manos el sueño del amor propio, idealizamos el convivir con el famoso “vivieron felices por siempre”, pero cuando nos damos cuenta que nos es cierto, buscamos entonces amores a medias porque el amor completo interno se encuentra escondido tras los arbustos de la aprobación externa.

Hablemos del abandono

Inconscientemente justificamos el desamor propio tomando como punto de partida el abandono de otro, pero si nos diéramos cuenta de que en realidad nadie nos ha abandonado, han sido nuestras expectativas sobrevaloradas quienes han puesto afuera la esperanza, interpretando erradamente que si nos abandonaron es porque no valemos, convirtiéndose entonces esta en nuestra verdad más intrínseca donde interpretamos al mundo como un lugar de abandono, estableciendo esa premisa en nuestras relaciones importantes, tanto las que se fueron, las que están y las venideras.

Todos tenemos la herida del abandono, todos, sólo que algunos saben cómo restituirla, pero a los que nos toca trabajar el abandono como aprendizaje de vida, es importante que lo detectemos para que no cree en nosotros una incompatibilidad, es decir, esas veces en las que sentimos que no cabemos del todo en ninguna parte, cuando creemos que quien nos ignora nos hace pagar alguna culpa de abandono constante.

Celamos o amamos



Esta lectura es solo apta para inseguras y desconfiadas, si te consideras siempre segura de ti misma y sin la necesidad de sentir al menos una pizca de celos, abstente de leer, ya que este escrito está dirigido al celoso (compulsivo o no) que ha establecido este sentir dentro de su relación de pareja.

Algunos dicen que los celos son demostraciones de amor, otros afirman que son casos patológicos del comportamiento, lo que si es cierto, es que es muy desagradable sentirlo, sea constante o establecido implícitamente dentro de un juego de roles, donde uno cela mientras el otro se relaja, y viceversa, en ambos casos, siempre hay uno padeciendo y el otro pagando las consecuencias.

Los celos comienzan frente al espejo, cuando esa imagen que se devuelve nos dice si es digna o no de ser amada, los limites los establecemos nosotras mismas, el amor que nos dan es el amor que nos damos, suelo ser recurrente en esto, pero es importante tener en cuenta que hay un espejo que nos devuelve la imagen y hay otro espejo que nos devuelve las emociones, y este último es nuestra pareja.

De quién nos enamoramos



Cuando estamos enamorados nos sumergimos en una especie de letargo donde el encantamiento se apodera de nosotros, sonreímos más de la cuenta, nos convertimos en la necesidad del otro y ese otro se apodera de nuestras huellas. En esa etapa de enamora-miento, cuando nos vestimos de la mejor versión de lo que nunca antes fuimos, esos lumínicos días en los que nuestros defectos se ocultan y sólo pasean a diario nuestras más grandes virtudes, donde somos amables, afables, cordiales, siempre alegres y divertidos, no suelen durar más de 18 meses, si es que tenemos la suerte de que duren tanto, y como dicen por ahí: “lo bueno dura poco”, y no es que el resto sea malo, es que de pronto la desilusión se asoma, la pasión se baja, los defectos salen de su escondite, la magia del encantamiento se apaga.
Después que nos enamoramos entramos en el verdadero amor (si es que antes no hemos salido corriendo por la puerta de atrás), amamos más allá de los defectos y las virtudes, amamos desde la comprensión, la compasión, la aceptación, la tolerancia y el respeto, términos que quedan solapados dentro del enamora-miento, ya que todo es color de rosa y no hay necesidad de ser compasivos o tolerantes porque ese amor nos envuelve y nos termina diluyendo en la imagen que comenzamos a construirnos del otro, el cual se convierte en un complacido y complaciente amado y amante, que tiene siempre la certeza de recibir el amor que está dando en cantidades iguales.

No entramos a la cueva



Hombres y mujeres, dos mundos habitando un mismo espacio, nosotras más dramáticas, ellos más prácticos, o al menos así se ven desde esta perspectiva. De esas veces en las que queremos hablar sin cesar, de sacar todo lo que nos molesta, esos mágicos momentos en los que nos queremos sentir escuchadas, pero comenzamos a exagerar, no hay contacto visual, y de repente, sentimos que ese hombre se aleja, no físicamente, emocionalmente se va a otro lugar, el cual no sabemos dónde es y mucho menos sabemos llegar.


Mujeres que me leen, no sé si tienen la misma sensación que yo, pero los hombres suelen dispersarse, algunos ausentarse, irse a una cueva, a descansar tal vez de nosotras, a recuperarse del enfado, a sosegar el stress, a meditar sin saberlo, a equilibrar emociones, a regresar renovados, a liberarse de penas; y nosotras, aun con la molestia a cuestas, esperando a que nuestro hombre salga de la cueva.