La tristeza es minimalista



Llevo toda la vida huyendo de la tristeza… Es más:

          👉Ni me permitía estar triste
          👉Ni se lo permitía a los demás
          👉Ni me gustaba estar con gente triste
          👉Ni me parecía buena idea transitar esa emoción

¿Sentía tristeza? Seguro que en muchos momentos… Pero impedía que aflorase y se me fue quedando dentro.

Sin embargo, una cosa curiosa, aunque no me gustaba la tristeza ni la gente triste, tenía cierta tendencia a rodearme de este tipo de gente a quienes intentaba salvar constantemente.

Ahora entiendo que detrás de esa actitud había una tremenda necesidad de salvarme a mí misma.


CUANDO GUARDAS LA TRISTEZA, PERO SIGUE AHÍ

En mi caso, al guardarme la tristeza, se me fue creando una sensación de vacío que solo se llenaba con el trabajo. No había nada más que lo pudiese llenar, así que trabajaba muchísimo.

Los pocos, poquísimos momentos, en los que me permitía llorar de tristeza, se reducían a 4 lágrimas en un rincón de mi habitación, escondida del mundo.

Todas las personas tenemos momentos de tristeza, situaciones que a cualquiera le harían estar triste. Esas situaciones pasaban para mí sin pena ni gloria, enseguida encontraba algo en lo que focalizar mi energía para no tener que aguantar la tristeza.

Hoy en día, lo que le cuento a las mujeres que hacen mis cursos o contratan mis sesiones, es lo que me ha ayudado a mí a entender que:

          👍La tristeza es la emoción más inteligente.
          👍Con ella te das permiso para quererte mejor.
          👍Además es una emoción minimalista, te ayuda a quitarte pesos de encima.

Sin embargo, como cualquier emoción, solo se puede aprender de ella si permaneces el tiempo necesario. Prolongar la tristeza más de la cuenta puede hacer que llegues a la depresión.

Por eso, te voy a contar cómo fue para mí cuando por fin dejé entrar a la tristeza y cómo hice después para soltarla también.



EL DÍA QUE RECUPERÉ A MI TRISTEZA

Tenía 30 años y ya había cumplido muchos sueños, después de pasar por grandes baches emocionales como si nada. Llegó el momento de pasarlos todos juntos.

Pero tengo que irme un poco más atrás para ponerte en contexto…

A los 26 años, después de haber dado muchos tumbos sentimentales, conocí, por fin, al hombre de mi vida.

Él no era como los demás, él:

          👏Me cuidaba.
          👏Me miraba como si no existiese nada más que yo.
          👏Pensaba en mí constantemente y me lo demostraba.
          👏Hacía cosas que nunca nadie había hecho por mí.

Te prometo que era como en las películas.

Y yo, bastante feminista y aparentemente independiente, resulta que también me había creído los cuentos de Disney y caí locamente enamorada.

¡Ya había llegado mi verdadero salvador!

En solo un par de meses ya teníamos fecha de boda, así que decidí ser yo la que dejase todo para irme a vivir con él:

          👉Cambio de ciudad y comunidad.
          👉Dejar el trabajo.
          👉Alejarme de mis amistades.

Toda mi vida quedó atrás por amor.  Llegué a los 30 con “todo hecho”.

Me encontraba:

          💁En una ciudad que me gustaba mucho.
          💁Con un negocio propio que me apasionaba y me daba mucho dinero.
          💁Con un marido que era mi príncipe azul.
          💁Y con un círculo de amistades donde me sentía muy cómoda.

Hasta que un día, sin motivo aparente, todo mi cuento se rompió: él quería el divorcio.

Como tantas otras veces cuando algo iba mal, me puse mi coraza y me fui a bailar con mis amigos.

Durante toda la noche, mi mayor esfuerzo era para que no se notase nada. Sí, vale, mi marido quería el divorcio pero bueno, mañana será otro día.

¿Quién se va de fiesta un par de horas después de que su marido, el hombre de su vida, le pida el divorcio?

Lo normal habría sido quedarme en casa llorando de la pena, o hablando con él.

¡Pero no! Para mí era mucho más fácil mirar para otro lado y seguir para delante. Lo había hecho tantas veces…

Pude hacerlo un par de días… hasta que me di cuenta de que esta vez tenía que actuar de otra manera si quería que las cosas sucediesen de otra manera.

En ese momento fue cuando le abrí las puertas a la tristeza.

No fue fácil, recuerda que nunca me lo había permitido.

De hecho, recuerdo que cuando me sentía muy triste, con muchas ganas de llorar, y no podía, tenía que recurrir a canciones o películas que me permitiesen llorar a moco tendido para liberar todo lo que tenía dentro. Era incapaz de hacerlo por mí misma.

¡Y funcionó!

Lloré lo que no había llorado en toda mi vida, solté muchas más tristezas que tenía guardadas, aproveché para hacer una buena limpieza dentro de mí.



LA TRISTEZA SE ENAMORÓ DE MÍ Y NO SE QUERÍA MARCHAR

Sin embargo, pasaban las semanas y la cosa se alargaba más de lo que considero que se tenía que alargar.

Una cosa es liberar las emociones y otra muy diferente en asentarse en ellas y dejar que te posean.

Pero no era capaz de salir de aquella tristeza profunda que me atrapaba y me permitía hacer mi vida solo a medias.

La tristeza, que tan sanadora me había resultado durante semanas, empezaba a enquistarse pero no me daba cuenta.

Un día como otro cualquier, me levanté por la mañana temprano para ir a trabajar. Hacía pocos días que estrenaba piso de soltera y que mi madre ya se había marchado a su casa después de semanas cuidándome.

El divorcio me había dejado la costumbre de salir de casa por la mañana sin desayunar, solo con un café y un cigarro en el cuerpo. Perdí bastante peso.

Esa mañana, esa última mañana, estaba en la cocina tomándome mi café con mi cigarro cuando desperté minutos después tirada en el suelo.

La suerte hizo que al caer yo, mi móvil cayese conmigo. Cuando desperté, llamé rápidamente a una buena amiga enfermera y vinieron a buscarme para llevarme al hospital.

No recuerdo si fue un síncope, una bajada de tensión o de azúcar, da igual, pero sí sé que ese fue el último día que lloré el divorcio.

          💪La herida estaba cicatrizando.
          💪Estaba volviendo a recomponer mi vida.
          💪Tenía alrededor mucha gente que me quería.
          💪Y había conseguido reconciliarme con la tristeza de una forma que nunca imaginé.

Así que ese mareo lo sentí como una señal del Universo que me decía: “Venga, ya está bien, ahora es momento de levantarse”.

Y así lo hice.

Pero tengo que agradecerle enormemente a esa gran tristeza que sentí durante semanas, haberme dado la oportunidad de re-hacerme, de sanarme por dentro y no dejarme escapar de mí misma.

CÓMO ME ENTIENDO AHORA CON LA TRISTEZA

Hoy en día, ya no huyo de la tristeza.

Si estoy triste, estoy triste. Si tengo que llorar pues lloro. Si alguien me pregunta, lo digo de forma natural.

No me regodeo en ella, no me hago la víctima, eso no es tristeza.

Tristeza es una emoción profunda que te permite:

          👉La introspección.
          👉Le reflexión.
          👉Las herramientas para salir fortalecida, después de vivirla.

La tristeza no es quejarse constantemente, llorar por los rincones ante cualquier problema o ser una persona gris.

La tristeza es sanadora, sensible, tranquila, amorosa. Así que te invito compañera a abrazar la tristeza siempre que puedas.



CONCLUSIONES

Si conoces mi trabajo, sabrás que me dedico a acompañar a mujeres con Síndrome de Superwoman. Mujeres que, precisamente, se llevan muy mal con la tristeza y con todo lo que suene a vulnerabilidad.

Si te identificas con el Síndrome de Superwoman: mujer exigente, que aparentemente puede con todo, perfeccionista y que no se da permiso para vivir las emociones que considera negativas, tendrás que hacer un gran trabajo con la tristeza.

Ojalá todas pudiésemos reconciliarnos con esa parte más vulnerable que lejos de hacernos débiles nos da una fortaleza que no tiene límites.

Recuerda, la tristeza es minimalista, te ayuda a soltar todo aquello que ya no necesitar. Date permiso para soltar.


Un abrazo enorme,
Tania


Tania Carrasco es la invitada 21 de mi podcast El club de las mujeres imperfectas y con ella hablé precisamente sobre La sombra de la tristeza.

Me encanta la forma como Tania ha escrito su historia con la tristeza, una mujer que no se permitió por mucho tiempo sentir esta emoción, pero luego se queda atrapada en ella hasta que su cuerpo con un amoroso lenguaje le dice que ya debe salir de allí.

Ella es la creadora de RevolucionaT, coaching y minimalismo para recuperar tu autoestima y tu poder femenino.

Tania por mucho tiempo fue incapaz de reconocer su vulnerabilidad, desde pequeña le dijeron que debía mostrar siempre fortaleza y seguridad porque la fragilidad la haría sufrir, así que eso hizo y por mucho tiempo fue fuerte hasta que no pudo más.

Hoy Tania se desnudó con palabras y nos contó su historia con la tristeza, si tú tienes una historia también nos la puedes contar. Te espero en los comentarios.


2 comentarios:

  1. Me ha encantado escribir sobre esto Eliana!

    Te agradezco muchísimo la oportunidad y espero que sirva a muchas mujeres para conectar con ellas mismas, aunque sea a través de la tristeza.

    Un abrazo,

    Tania

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tania tu historia me fascina, me gusta como la abordas, la autenticidad de tus palabras, lo maravillosa que te lees siendo vulnerable, la verdad es que es todo un honor tenerte como escritora invitada este año, gracias por el grandioso aporte.

      Eliminar