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Cuando la tristeza invade nuestra vida

Por motivos laborales he estado en contacto directo con el Coronavirus, con las consecuencias que tiene este virus sobre las personas… sobre el ser humano y su capacidad de superación.

Tanto enfermos como profesionales sanitarios hemos tenido que convivir diariamente con la tristeza.

Los enfermos, cuando entrabamos en el hospital, y teníamos que despedirnos de nuestros familiares en la puerta, sin saber si podríamos volver a verlos otra vez. Nos aislaban en una habitación, y solo entraba el personal estrictamente necesario para atendernos, personal que solo podrías entrever los ojos, ojos cargados de compasión y tristeza como la que sientes tú en ese momento.

En los peores momentos, en los que nos sentimos más vulnerables, es donde necesitamos el amor y cariño de los seres queridos, pero cuando no podemos acceder a ellos, y nos aíslan completamente de todo, nos embarga un sentimiento profundo de tristeza y soledad.

La tristeza es minimalista



Llevo toda la vida huyendo de la tristeza… Es más:

          👉Ni me permitía estar triste
          👉Ni se lo permitía a los demás
          👉Ni me gustaba estar con gente triste
          👉Ni me parecía buena idea transitar esa emoción

¿Sentía tristeza? Seguro que en muchos momentos… Pero impedía que aflorase y se me fue quedando dentro.

Sin embargo, una cosa curiosa, aunque no me gustaba la tristeza ni la gente triste, tenía cierta tendencia a rodearme de este tipo de gente a quienes intentaba salvar constantemente.

Ahora entiendo que detrás de esa actitud había una tremenda necesidad de salvarme a mí misma.

Sanarte como mujer para ser mejor madre



Muchas de nosotras tuvimos que ser madres primero antes de asumir una madurez emocional y obtener un sentido más profundo de la vida. Instintivamente amamantamos, cuidamos, protegemos y hasta criamos con una gran cantidad de falencias en nuestro interior, y sin saber que veíamos crecer a nuestros hijos sin crecer nosotras primero por dentro.

Pero ocurre que nuestro pequeño ya no es tan pequeño y comienza a entender -para nuestro asombro- la vida y sus complejidades, y eso te incluye, ya no te idealiza y ahora te ve desde la mirada del entendimiento y sabe que eres un ser humano que también posee defectos, hay cosas que te irritan de ese ser que adoras más que a nadie y que te hacen ver cosas tuyas desde su proyección y comportamiento, y se las criticas, sin darte cuenta que tú también las tienes.