Los lugares de mis tristezas



New York y la tristeza

La Gran Manzana… Nueva York….. ¿Quién puede estar triste visitando Nueva York?

Pero fue en ese último viaje que hice, con quien creía mi complemento, donde descubriría que la tristeza tiene matices que incluso se huelen y se esconden en algún rincón del Time Square o de la Quinta Avenida.
Sabemos que estamos tristes cuando la sonrisa duele, cuando reconoces que el día está gris o está “raro”. No, no es el día. No, no son las nubes, es esa intuición que a pesar que nos dice muy en el fondo que todo va a estar bien, le permitimos el protagonismo a esa fuerza que emerge y que nos invade por dentro. 

Sí, es ella, la tristeza. Que no pide permiso para acompañarte, solo llega para manifestarte que debes prestarle atención a ese pedacito de instante que estás viviendo, pero el desasosiego de no saber nos invade y preferimos deslumbrarnos con lo majestuoso del Empire State y huyes del silencio de donde estaban las torres gemelas porque allí, la tristeza hizo casa y la puedes sentir, por eso te vas.

¿Cómo se puede estar triste en Nueva York? Me lo he preguntado tantas veces. Pero en aquel viaje que hice con toda la ilusión de poner nuevos y mejores recuerdos a uno de los sitios que más me gusta, sería donde la frialdad del desamor, de la poca atención y de pronunciar un nombre que no era el mío, hicieron que la ciudad se hiciera gris, pegajosa, dolorosa.

Y yo allí, poniendo una sonrisa, dándole la espalda a ella, a la tristeza. No sabiendo que los recuerdos que allí quedarían dolerían tanto. Y se sentó a mi lado y me dijo que tenía que escuchar. Que tenía que preguntar. Quise ir a la Iglesia de San Patricio que no la conozco, pero el caos de encontrar un taxi y el cansancio de una caminata que hizo que mis piernas se irritaran, me hizo desistir de ir a un “refugio” donde poder indagar.

Y en esa calle de Manhattan fue cuando me atreví a preguntar si “todo estaba bien” y a cambio recibí un triste “no lo sé” que perforó mi corazón. Largas horas de conversación, encerrada en una habitación, pero… ¿por qué? ¡Si estaba en Nueva York!, y allí no hay tristezas….¿o si?.

Una peregrina triste en Compostela

Santiago de Compostela en Galicia, España, es conocido como el sitio de llegada de los peregrinos que realizan el “camino de Santiago”, un viaje que puede hacerse de muchas formas, pero el más significativo es irse a pie desde distintas rutas muy bien marcadas que convergen en Santiago.

Yo, llegué en autobús desde Madrid. Una vez que llegas, haces el ritual del peregrino, abrazas al Santo (Santiago Apóstol) pasas por detrás del altar, te confiesas y ganas “indulgencia plena”, es decir, te “borran” los pecados y quedas con la libreta en blanco (no les quiero contar cuanto tiempo duró en blanco jajaja).

Esto puede no lucir triste, pero, cuando llevas el peso de un corazón roto, una vez más, sí. Es triste. Y los sitios más imponentes suelen hacerse pequeños a tus ojos porque la tristeza se encarga de ver en cada rincón a esa persona que ya no está, que decidió desconfiar y poner en ti cualidades negativas que no tienes, y armar una historia en tu contra que haces que salgas corriendo al primer sitio donde te digan.

Y si, allí estaba mi familia para regalarme este viaje, que si bien tenía un motivo de felicidad por haber culminado la universidad, era casi imposible evadir tantos pensamientos de cuestionamiento de porqué tuve que huir y porqué pensaron mal de mi. “Este viaje te hará bien”, “este viaje te hará olvidar”. A veces la tristeza se expresa a través de los tuyos.

Sí, nos pone tan tristes lo que las personas que amamos piensen de nosotros que es imposible ver que a tu alrededor hay milenarias estructuras y no logras apreciar su arquitectura, pero también, extrañamente, te hablan de sus tristezas y se alinean con las tuyas.

Empiezas a pensar ¿cuántos corazones rotos habrán estado en el rincón de Compostela? ¿Siglo tras siglo, alguien se habrá sentado aquí, frente a esta fuente de agua a llorar como lo estoy haciendo yo? Aprovechando unos segundos de soledad. Porque es así, a la tristeza la acompañan casi siempre el llanto y la soledad. Y está bien sentirse así, permitirse estar así, para equilibrar las emociones y más si estás en sitios tan nostálgicos como los que encierran tanta historia como Santiago de Compostela.



Tristeza Paraguanera

Muchos de los que me conocen, saben que soy venezolana, oriunda del estado Falcón y más específicamente de la Península de Paraguaná, península de la amistad como se le conoce también.

De mi amor por viajar y conocer sitios, obviamente mi terruño es uno de mis sitios favoritos.

Subir el Cerro de Santa Ana y contemplar la majestuosidad del paisaje y ver a lo lejos Aruba, bajar en “culi cross” llegando a la base llena de barro hasta los oídos y luego sacártelo en un “chapuzón” en El Supí o Adícora, seguramente no se lee triste. Pero cuando esos momentos y rincones de tu tierra vienen a tu mente y te recuerdan que ya no estás, que ya no vas, que ya no sabes cuando volverás, sin duda aparece ella, la tristeza.

En esa tierra crecí, aprendí a manejar bicicleta, aprendí de música, de como duele el amor y el dolor de ver partir a mi mamá.

Emigrar y dejar tu tierra, sin duda es todo un desafío que en mi caso la enfrenté, disfrazando la tristeza que me daba, una vez más, dejar un amor imposible con la “alegría” de una oportunidad laboral imposible de rechazar. Mis tristezas profundas las marcan los amores no concluidos, o no sanos para el momento de mi evolución. Y por ende, la tristeza me recuerda una vez más que debo aceptar su visita para entender y aprender a dar un paso más en mi caminar.

Paraguaná voy y vengo, no te dejé, solo me ausenté para hacerme mejor hija, mejor persona, mejor versión y regresar cuando el tiempo lo disponga. Y voy a subirme en el cují de mi niñez , frente al cerro de Santa Ana, cerrar los ojos y sentir tu brisote y saber que estoy de vuelta.

Volver  a esos lugares donde tu tristeza pertenece para pasear con ella y recoger una nueva visión y permitirnos estar tristes es una decisión que deberían enseñarnos a tomar desde niños. Nos hacen tapar nuestras tristezas con ropas y maquillajes, incluso con pastillas que lo único que hacen es dormirla porque estarán allí cuando el efecto pase. Vivir las tristezas, saber cómo las transitas particularmente tú, te ayuda a abrazarla y aprender de ella.

Escribiendo para ustedes estas líneas aprendí que mis tristezas van con amores rotos y está bien, así puedo aprender a recibirla como invitada y darme el permiso de llorar, sentirme triste, pero no hacerla invitada permanente a mi mesa. De vez en cuando, es una visita saludable que ayuda a equilibrar emociones.

Si, regresaré nuevamente a Paraguaná, de eso no hay duda y visitaré el lecho donde duerme mi mamá y pasaré el rato contándole las historias de los sitios que vi y que viví. A Santiago de Compostela decidí regresar, pero caminando, para dejar mis tristezas en ese peregrinar y darle entrada a nuevas emociones.

Ahhh….y a Nueva York, como dice la famosa canción, “Voy a hacer un nuevo comienzo en el viejo Nueva York”… “It´s up to you… New York, New York”.

Así que decido regresar a los lugares de mis tristezas para reescribirlas o, por que no, hacerla a veces mi compañera de viajes.

¿Y tú? ¿En qué lugares y por qué motivos te ha acompañado la tristeza?

Te abrazo
Criss


Criss Rodríguez es la invitada número 37 de mi podcast, y con ella conversé sobre La sombra del miedo al éxito, me gustaría decir que la conozco personalmente, pero justo cuando estuvo en mi ciudad promocionando su libro Soltería feliz, no pude asistir a su evento, sin embargo, nos hemos vuelto tan amigas virtuales que siento que la conozco desde siempre.

Criss se define a sí misma como una eterna aprendiz, es Ingeniera Química con Magister en Ingeniería Gerencial y en Administración de Empresas (MBA). Es Flautista formada en el Sistema de Orquestas de Venezuela y hoy en día forma parte de las filas de la Orquesta de Flautas de la Universidad de Chile.

Emprendedora, motivadora, viajera, soñadora, apasionada y catalizadora, éste último es un término que toma de la química para aplicarlo a lo que escribe y a su acompañamiento para acelerar o retardar la velocidad de reacción de un proceso personal.

Como buena viajera que es, hoy nos trae a la tristeza desde sus viajes, desde aquellos paisajes que para ella significaron dolencia, porque los lugares también son grandes protagonistas de nuestras tristezas. Algún día ella regresará a estos tres lugares, y de seguro, ninguno de ellos volverán a significar dolor.

Hoy Criss nos compartió su historia con la tristeza ¿Cuál es la tuya? ¿Me la cuentas en los comentarios?

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