La mujer pesimista


Hoy empieza un día mas en este invierno que tanto me duele, en este pesimismo que tanto me pesa. Veo llover y mis ánimos acompañan al día. Incluso puedo oír el silencio que me asfixia roto por el ruido de la lluvia al golpear en el cristal.

Veo caminar por la calle a otras mujeres que parecen seguras y confiadas. A algunas se les ve incluso altivas y sonrientes. En cambio me miro a mi misma y me veo tan pequeña e insegura. Tan asustada por la vida… y tan lejana del resto.
 
Recuerdo a esa alocada adolescente, de pelo alborotado, optimista, atrevida y descarada con una seguridad en ella que hacía temblar a cualquiera. Recuerdo que le gustaban los días de aire porque “avivaba su fuego interno” decía. Hasta le gustaba mojarse cuando llovía y disfrutaba saltando en los charcos.

Me pregunto qué fue de ella. ¿Cuándo deje de sentirme así? ¿En qué batalla perdió las ganas de luchar? ¿Cuándo hizo los sueños de los demás propios para olvidar los suyos y dejarlos apartados  a un lado?

Quizás cuando oyó demasiadas veces que tenía muchos pájaros en la cabeza. Tantas que los dejó escapar y ahora solo hay un silencio ensordecedor y doloroso. Quizás en aquella relación que dejó de quererse para que la quisieran, para sentirse aceptada olvidándose de aceptarse a sí misma. Tal vez cuando dejó de escucharse y mirarse al espejo. Fue en cada una de esas veces cuando se rindió, cuando dejo de “SER ELLA” para “PARECERSE A OTRA”

Aquí y ahora, escribiendo estas notas, después de tantas preguntas, me salen todas las respuestas. Ahora que ha parado de llover, puedo sentir las lágrimas recorrer mis mejillas.

Creo que va  siendo hora de saltar en los charcos y disfrutar de la lluvia al mojarme. De regresar al optimismo, porque creo que se parece a la vida que tanto miedo me daba.

Hoy quisiera recuperar a esa “alocada de pelo alborotado” y pasear con ella segura y confiada. Quisiera oír el ruido de mis tacones “asegurando mis pasos” y elevar un poco mi barbilla.

Hoy quiero quererme más de lo que me he querido hasta ahora. He podido darme cuenta de que soy mi sonrisa  y  también mis lágrimas. Que soy mis aciertos y mis errores. Que soy dueña de mis sueños y fantasías, de mis esperanzas y temores. Que por fin estoy aprendiendo a quererme. Que el amor empieza en una misma.

Nuevamente me doy cuenta que aquellas relaciones  donde no me sentía escuchada, aceptada y respetada existieron porque yo misma no me escuchaba, no me aceptaba y no me respetaba y es por ello que me volví pesimista.

En ellas no me sentía merecedora de amor a pesar de verlo en mi entorno en otras relaciones.
Dejé de confiar en el amor e incluso llegué a pensar que no existía, que era una quimera. Agradezco ahora esa forma de mostrármelo, aunque en esos momentos no era capaz de verlo como un aprendizaje sino como un castigo, no sé muy bien porqué.

Hoy estoy preparada para dar un paso al frente. No busco mi “media naranja” ni “un príncipe azul”. Solo busco mi otra mitad que dejé abandonada a su suerte por complacer a los demás para comenzar a quererme antes de buscar a otra persona que lo haga.

Quiero aceptarme a mi misma para poder aceptar a los demás. Quisiera conocerme a mi misma y soy consciente aquí y ahora de que me llevará toda mi vida, pero eso también me servirá para conocer a los demás un poquito.

Entender que estoy formada por un conjunto de experiencias, pensamientos, creencias, de historias. Es esa consciencia de mi esencia la que me está dando una visión global, de conjunto. Que formo parte de un todo y que un TODO me forma.

Ahora mi respiración es más pausada, ha desaparecido la presión de todos estos meses y también mis miedos están más pequeños y mi pesimismo se desvanece.

Me voy sintiendo capaz de mirarlos a la cara, de afrontarlos y enfrentarlos desde otro punto de vista. Hoy es el amor, un amor inmenso por esa niña, mi niña que se perdió a sí misma buscando afecto en los demás.

Puedo ver también que no fueron los demás, que siempre fui yo. Que olvidé mi responsabilidad conmigo misma. Que olvidé que era yo quien llevaba las riendas de mi vida y las fui soltando dejando que unos y otros tomaran las decisiones por mí. Ellos y ellas pensaban, sentían y decían por mí. Olvidé que soy yo la única persona que sabe lo que necesita, lo que piensa y lo que siente. Olvidé que una vez  me quise.

Ahora todo va cambiando. Puedo ver que hay otras posibilidades, que hay otras maneras de ver los hechos. Existe otra forma de vivir y de sentir la vida. Sé que si empiezo a escucharme, a verme y a sentirme, todo eso me dará una información tremenda de mi misma para caminar desde el amor que me tengo.

Puedo ver que todo lo que ocurre es por falta de amor hacia una misma. Porque si hay amor todos los obstáculos serán retos. Porque si hay amor no hay errores habrá aprendizajes. Porque si hay amor no habrá juicios.

Ahora entiendo que cada persona brilla con luz propia entre todas las demás porque estamos hechos de polvo de estrellas y  que “no hay dos fuegos iguales”.

Hoy me animo a brillar no para apagar la luz de los demás sino para alumbrar y que brilles tú también. Te invito a mirarte desde dentro con todo el amor del que seas capaz y que te preguntes de forma sincera: ¿En qué batalla dejaste tus sueños de lado para aceptar los de los demás? Y ¿si eres capaz de salir a pasear con tu niña interior, ajena a los demás y disfrutando de la vida?

En nuestro entorno podemos ver muchas mujeres pesimistas que olvidaron lo importante de quererse a sí mismas.

Pero cada una necesita su tiempo de aprendizaje y sus experiencias para despertar y ver que ese dolor que oprime puede liberarse. Todas necesitamos de nuestro momento, en un espacio tranquilo de reflexión. Gracias por generar el mío.
____________


Virginia es especialista en coaching con Inteligencia Emocional y Programación Neurolingüística, es madre de dos adolescentes, y llegó a  un momento en su vida en el que quiso reconectarse consigo misma a través de la escritura y crea para ello su blog Redescubriéndote en el cual te acompaña a afrontar momentos complicados donde los miedos y las dudas son parte del escenario para superarlos y trascenderlos.

Sin duda un hermoso relato el que nos regala Virginia, del cual no es difícil sentirse identificada, sobre todo en estos tiempos donde el pesimismo recobra importancia en nuestras cotidianidades, al parecer somos muchas mujeres las que nos saboteamos la felicidad, los momentos especiales y el merecimiento, y el ser pesimistas es un factor que influye mucho en ello.

Tal como se lo cuestiona mi escritora invitada cuando se pregunta a sí misma en el relato sobre en qué momento se perdió a sí misma y cuándo dejó de mojarse bajo la lluvia, de la misma forma muchas mujeres nos hacemos las mismas preguntas cuando cedimos nuestro poder y dejamos que otros decidieran sobre nuestras propias vidas.

Es fácil convertirse en una mujer pesimista cuando el auto olvido se convierte tan determinante como el desamor propio, es por ello que reconectar, tocar fondo y surgir son momentos esenciales en nuestras vidas para salir de esa nebulosa pesimista en la que nos escondemos del mundo.

Virginia escribe posts muy cercanos y actuales en su blog, aborda el tema de los hijos, le gusta entrevistar a personas que inspiran, se revela como una mujer real y es delicioso leerla, así que ya no tienes excusas para visitar su blog y conectar con ella.
Ve todos los relatos aquí
https://paysuites.me/elianavasquez/

10 comentarios:

  1. Gracias Eliana por crear este espacio. Por regalarme ese momento tan especial de mirar en mi interior. En este relato en concreto y que va unido a los demás.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti Virginia por ser parte de estas mujeres que aprendieron a querer, por regalarnos un gran escrito y reflejar a una mujer pesimista con la que no es difícil sentirse identificada, ya que es un rol del cual muchas no hemos estado exentas. Un gran abrazo y gracias por estar aquí.

      Eliminar
  2. Que bello relato! La transformación de mujer pesimista a mujer que observa su mundo interior me parece un reflejo hermoso de lo que muchas mujeres hacemos. Cada una a su ritmo y tiempo. Somos seres en constante cambio y lo esencial es el amor hacia nosotras mismas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Leslye por pasarte por aquí y dejar tus lindas palabras y comprender este relato a la perfección.

      Eliminar
  3. No hay dos fuegos iguales, cierto. Ni fuegos que brillen con intensidad prestada. Cada uno ha de alzarse desde el desfiladero a la cima; nadie lo alza. Pero sirve inspirarse en cómo hacen otros. A menudo, abandonar el pesimismo se presenta como misión imposible, pero centradas en pequeños cambios, incluyendo el contacto con la naturaleza siempre que sea posible y abriéndonos a lo que nos sugieren quienes ya pasaron por ahí (cosa que implica un alto grado de humildad), se avanza. Imprescindible: cuidar el monólogo interno que sabotea e incapacita.

    Abrazos bipartitos, Virginia, Eliana, ¡y a seguir inspirando almas!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hermosas palabras como siempre mi querida Marian, no sabes cómo disfruto leyéndote, como me enamoran tus reflexiones y tu interpretación frente a cada relato, comentas con tanta sabiduría y yo siento tanta paz en tus palabras, que gusto tenerte siempre por aquí.

      Eliminar
  4. Me encanto el Post y en ciertos puntos me he sentido identificada. Hay que buscar esas ganas de ir por lo que uno desea.
    Gracias por compartir.
    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti Noel por tomarte un tiempo para la lectura y comentar, por identificarte y dejarte tocar por las palabras.

      Eliminar
  5. Este post me ha puesto los pelos de punta porque me he visto muy muy reflejada en las palabras de Virginia. A mí me costó muchísimo aceptarme tal y cómo era. Tuve una época en que todo lo que hacía... tenía que hacerlo perfecto. Daba igual si el proceso me emocionaba, me apasionaba o simplemente me gustaba. El resultado siempre tenía que ser el mismo: perfecto. Y no podía fallar. El no permitirme fallar me llevo a un estado de malestar, agobio y estrés continuo.

    Afortunadamente, me di cuenta de que por ahí no iba bien y decidí cambiar de rumbo. Asumí que no soy perfecta y tampoco una máquina. Que podía cometer errores, fallos y que no se iba a acabar el mundo por eso. Acepté que tenía días en los que me sentía insegura, otros valiente y que no pasa nada por eso. No puedo estar más orgullosa de cuando decidí cambiar el rumbo.

    Genial el post. Me ha llegado muy hondo. Gracias Virginia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Wow Mel que gran aporte has dejado con tu experiencia, que bien el sentirse identificada, pero que bien también la toma de conciencia, que bueno que recapacitaste y que tomaste un camino certero para ti y tu sentir de vida.
      Un gran abrazo.

      Eliminar