Hay
lugares en el mundo donde nos sentimos de manera especial. Sin duda Estambul
desde la primera vez que pisé tus tierras, supe que volvería.
Quizás
de alguna forma me convocaron mis orígenes maternos y fue ese volver a lo
esencial, lo que me llevó, en mi última visita, a dar un giro de 180° en mi
vida.
No
fue casual que llegara esta vez en pleno Ramadán. Aquel momento, donde los
pecados son perdonados como si estuvieran quemados. ¿Cuál fue mi pecado? creo
que arrivé a esa respuesta hacia el final de mi camino.
La
marca cosmopolita que se imprime en tus calles, da cuenta de cómo un lugar con
tanta historia fue capaz de atravesar una transformación cultural que aún
conserva los vestigios de dos imperios: el Otomano y Bizantino.
Y
fue el recorrido del Palacio de Topkapi, que me llevó a pensar en esas luchas
que marcaron el rumbo de los hechos. Una pregunta surgió en una de sus
terrazas, mientras contemplaba en el horizonte, la confluencia del Estrecho de
Bósforo y el Mar Negro: ¿Cuál es mi lucha?
A
veces las batallas son con uno mismo, me respondí en ese momento. Y era uno
particular: estaba finalizando un viaje que me costó mucho hacer posible por
los compromisos laborales que tenía por ese entonces.
La
falta de tiempo para hacer lo que me apasiona, el seguir postergando mi sueño
de vivir de lo que me gusta, era algo que se venía debatiendo en mí, desde
hacía unos meses.
Entonces
comencé a caminar, a meterme en cada uno de tus rincones, y comprobar que en
cada esquina, en el encuentro de dos personas a tomar el típico té turco o Çay, había algo más que una
tradición: el disfrute que emanaba ese instante se me grabó en la retina.
Y comprendí, en una fracción de
segundo que ese era mi pecado: no permitirme ir más allá de mis sueños, no
animarme a hacerlos realidad.
Inicié un interrogatorio interno
con cada una de las objeciones que se me imponian: ¿es posible emprender a los
35 años? ¿qué oportunidades tengo de llevar mi experiencia a un proyecto
rentable? ¿cómo puedo desarrollar algo que me permita manejar mis tiempos?
Y transitar cada recoveco de tu
Gran Bazar, ese mismo mercado que tiene más de 500 años de permanencia, me
devolvió la palabra que resumía todas las respuestas a mis oposiciones:
aggiornar.
Miraba cada puesto de artesanías,
desde las tacitas de café turco hasta el aparato electrónico para cobrar con
tarjeta de crédito y en esa disonancia hallé la clave para la subsistencia a
través de los años: actualizarse.
La traducción de mi palabra en
italiano, era la llave de esa puerta que me faltaba abrir. ¿Qué significaba
ésto? aprender cosas nuevas, virar mi saber a nuevos rumbos pero sin perder la
esencia, lo que me motivó siempre: ayudar a los demás.
Como en las comidas que ofrecen
los restaurantes a lo largo de Istiklal - no por nada tu avenida de la
independencia -, los sabores
representados en cada plato, dejan ver esos condimentos de antaño, que muestran
el sello de tu idiosincrasia.
Recorrer tus calles, era en cierta
forma un camino hacia la libertad. La de elegir qué hacer con mis ideas, a
dónde llevarlas, cómo.
Emprendí el viaje más largo pero
no en término de kilómetros sino de postas, paradas que me indicaban si debía
recalcular o seguir adelante. Porque de eso se trata también, de ir paso a
paso.
Y al volver a casa, las imágenes
de mi estadía volvieron cada vez: recuerdo la experiencia de Üsküdar, tu barrio
del lado asiático, donde la barrera idiomática por un momento amenazó el
objetivo de esa visita, comprar una auténtica alfombra turca.
Lejos de la zona más turística,
con un poco de ingenio, palabras sueltas y señas llegué al lugar deseado: Saray
Hali un local tradicional de alfombras turcas de gran calidad, destinadas al
consumo principalmente interno.
Al entrar y comprobar que el
inglés no era la vía más apta para la comunicación, nuevamente la iniciativa
superó los obstáculos: Merhaba que significa hola en turco, allanó el proceso
de compra que con algunos señalamientos, me permitió llevarme la tan ansiada
alfombra a casa.
Esta vivencia resignifica mi
elección de ir finalmente tras mis sueños, y que en el camino emprendedor habrá
piedras que muchas veces me lleven a buscar las salidas más creativas.
Alguna vez fuiste llamada Constantinopla,
y las transformaciones a lo largo de los siglos, dejaron una huella de ese
sentimiento de resistencia, te reinventaste de las cenizas y las guerras. Y eso
implica que yo, en este nuevo recorrido, elijo dar un giro y no decaer, frente
a las barreras impuestas por los prejuicios, los míos.
El crecimiento experimentado en
este último tiempo, en parte te lo debo a vos. Que me cautivaste desde el
primer día con tus colores, sabores e historia. Esa misma que me llevó a ubicar
el punto de inflexión en la mía. En cada rincón que descubrí, caminando. Porque
solo así, pude entender que el aprendizaje se hace carne, yendo paso a paso.
Y como aquella primera mañana,
donde recién se asomaba el sol, los cantos de oración se filtraban por la
ventana de mi habitación en el hotel, como una alabanza, y aunque ya lo había
escuchado en mi viaje anterior, me seguía erizando la piel.
Es, en ese elogio a Alá, que la
gratitud se materializa y en cada una de tus esquinas, pude observar a los
fieles respondiendo a este llamado.
Por eso, solo tengo que decir
gracias querida Estambul, por darme la posibilidad de hacer lugar a mi deseo e
impulsarme a ir tras mis sueños, en cada sitio de tu territorio, que refleja tu
enseñanza.
No hay despedidas, sino pausas.
Que sirven para crecer, y seguir andando. Porque allí, donde se esconda el sol
tras tu Mezquita Azul, cerraré los ojos desde donde esté y me responderé que no
es el fin de un día especial, sino el comienzo de muchos otros.
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Conocí a Mariana a través de su
cuenta de Instagram,
la invité a mi podcast pero ella me dijo que prefería estar en el proyecto de
escritoras invitadas y que lo del podcast podría esperar y me pareció una
excelente idea.
Así que me entregó esta carta tan
maravillosa a Estambul llena de recorridos, cultura, historia y la búsqueda de
un sueño, un viaje que en definitiva la hizo encontrarse con ella misma y le
hizo ver cuáles serían sus próximos andares.
En su web Ama lo que haces puedes conseguir
a una Mariana trotamundos que te inspira a estar en diferentes puntos del
planeta y te ayuda a desarrollar tu idea de negocio.
Si te ha gustado esta carta tanto
como a mi, entonces debes ir a visitar su web y comenzar a seguirla en Instagram y Facebook.
Lo bueno de los viajes es "perderse" en las ciudades para descubrir lo más auténtico, no lo que enseñan a los turistas. Qué bueno que ese le cambió para mejor en su vida diaria, tal vez fuera casualidad acabar allí o la ciudad le despertó esas ganas de dar un giro a su vida, bss!
ResponderEliminarPrecisamente este proyecto de escritoras invitadas nos invita a escribirle una carta a aquella ciudad que nos haya marcado significativamente, y recorrer una ciudad con otros ojos que no sean los de turista, nos regala una perspectiva más amplia y nos regala maravillosas ideas e inspiraciones.
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