La mujer desmotivada


¿En qué momento se empezó a torcer la cosa? ¿En qué día o a razón de qué mis ganas de luchar y mi energía se fueron al traste?

Esto es lo que se pregunta la mujer desmotivada cada mañana delante del espejo mientras siente como por encima de su cabeza pululan cientos de preguntas sin respuesta. Como si de una nube negra de moscas atolondradas se tratase. 

Las razones que en su día la hacían saltar de la cama, maquillarse, ponerse la música a toda pastilla y sonreír al pensar en sus sueños, ahora se han convertido en una maraña de indiferencia, desánimo y una sensación amarga en la boca del estómago a la que solo deja de prestarle atención cuando una pregunta resuena más fuerte:

¿Dónde se han ido mis ganas de comerme el mundo?

Así como Sabina busca al ladrón de su abril, la mujer desmotivada busca el origen de su desgana, de su ‘ni fu ni fa’, en medio de decenas de vocecitas que le taladran la cabeza y le susurran ‘Pero si tú antes no eras así’.

Efectivamente, antes no era así.

La mujer desmotivada anterior tenía claro su objetivo, iba a por él sin importarle lo que hubiera que hacer. Lo hacía y punto. Todo en ella era determinación, ilusión. Incluso fluía con los problemas. Ahora se le hacen bola.

Curiosamente, o precisamente por ello, harta de no reconocerse a sí misma, decidió buscar ayuda. Pensó que ya bastaba, que ya estaba bien de sentir lástima por ella misma.

No sabía ni cómo ni por dónde empezar a salir de ahí, pero lo que estaba claro es que esa desmotivación empezaba a afectar a la relación con su pareja y a sus ganas de salir con sus amigas.

Y si algo en la vida tenía claro es que ‘hasta ahí podíamos llegar’.

La mujer desmotivada ahora sabe, mejor dicho, intuye, que necesita un GPS que le ayude a recuperar el norte de su ruta y no se le ocurre mejor lugar que empezar por el buscador universal que todo lo sabe. San Google.

Pronto empieza a darse cuenta de que aquello le llevará más tiempo del que había calculado. Al fin y al cabo, saber cómo recuperar la motivación no es como buscar una receta de cocina o cómo quitar una mancha difícil de la ropa.

Pero en su búsqueda a ciegas entiende que no puede seguir así y eso le ayuda a no darse por vencida. ‘En peores plazas hemos toreado’ – piensa para sus adentros.

La mujer desmotivada sigue desmotivada. Pero ahora ya tiene un propósito. Un objetivo. Salir de ahí.

Curiosamente, o precisamente por ello, empieza a encontrarse un poco mejor. Aunque sigue sin sentirse ELLA y las dudas le siguen pululando, ahora tiene una razón para moverse.

Qué le vamos a hacer. Hay gente que se pone como objetivo adelgazar e ir al gimnasio. Otros, dejar de fumar. Su objetivo no se pesa en una báscula ni se mide por el número de cigarrillos.

Su meta es algo más intangible pero tiene claro que el día que recupere esas ganas de vivir, sus cinco sentidos y ese pálpito en el estómago que solía sentir, así se lo harán saber.

La mujer desmotivada sigue tirando de ese propósito, de ese hilo, tratando de llegar hasta la misma raíz de todo ese entuerto.

Dicen que querer es poder, pero ella no está de acuerdo. Si fuera así, si solo con querer bastase, ya hace tiempo habría superado ese bache. O ni siquiera habría entrado en él.

También dicen que creer es poder y que para crear, hay que creer. La mujer desmotivada se empieza a dar cuenta de que esa suma está incompleta.

No solo se trata de querer y creer sino de entrenar ese hábito de nuevo. Porque al fin y al cabo, la motivación  no se pierde como un monedero, sino que es algo que se deja de sentir, y por tanto, de practicar.

Así que empieza por ponerse pequeñas metas cada día con el único propósito de cumplirlas. Un paso después de otro.

Curiosamente, o precisamente por ello, en los momentos en que se centra en esos micro-objetivos esa sensación de desidia se va a dar una vuelta  y por unos instantes, la deja en paz.

Son pequeños retos que le ayudan a ver la luz, a sentirse con más confianza. Ya no son películas mentales tipo ‘PODRÍA HACER esto o lo otro’ sino que HACE esto y lo otro.

Además últimamente ha llegado a un descubrimiento importante: la confianza y la motivación son una consecuencia, no una causa. No es que cuando te sientas mejor, ya si eso te pones en marcha. La cosa no funciona así. Ponte en marcha y empezarás a sentirte mejor.

La mujer desmotivada ya sonríe. Sabe que le queda mucho por recorrer todavía, pero ahora ve esa búsqueda como un juego. Se lo toma con más humor.

Al fin y al cabo, casi todo en la vida tiene solución y siempre ha admirado a esas personas capaces de levantar una sonrisa en los momentos más difíciles. Además algo más ha hecho clic en su cabeza.

Curiosamente, o precisamente por ello, desde que se centra más en los objetivos del día a día, su meta más grande ha empezado a perfilarse de nuevo en las paredes de su mente.

Durante un tiempo la veía lejos, chiquitita, enana, insignificante. Pero ahora, a medida que se entrena en lo pequeño, lo grande vuelve a emerger, como si de una montaña se tratase.

Hoy la ex mujer desmotivada vuelve a conocerse. Re–conocerse. Nunca lo había visto de aquella manera. Sonríe. Le hace gracia. A veces las palabras son más sabias de lo que parecen.

Hoy la vida le trae una nueva oportunidad para seguir caminando y avanzar en su meta. No está siendo fácil. Pero si fuera fácil, todo el mundo lo haría.
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Patricia es experta en motivación y consecución de metas por lo que invitarla a escribir sobre la mujer desmotivada me pareció una excelente idea. Ella es Máster en PNL, es mentora y la fundadora de Aprendízate, una web en donde mi invitada te ayuda a transformar tus resultados para que logres conseguir tus metas.

Ella nos regala a una mujer desmotivada que está consciente de su desmotivación y se pone a la tarea para trabajar en ello, sabe que lleva mucho tiempo en ese letargo en el que nada le apetece, sabe que esto está afectando su propia relación y la relación con su entorno y comienza con pequeñas metas para luego recuperar a la mujer motivada que alguna vez fue.

Lo que más me gusta de este relato es que lleva mucho criterio de realidad porque todas aquellas mujeres que estamos en este mundo del crecimiento personal sabemos que el camino hacia el autoconocimiento y el bienestar no se logra de un día para otro.

Todas avanzamos hacia nuevas oportunidades pero algunas veces caemos en el desanimo, en la frustración de sentir que estamos arando en la nada, pero luego nos damos cuenta que el camino transitado ha valido la pena y es allí cuando el entusiasmo llama a la motivación y nos volvemos a poner en marcha en nuestras vidas.

Patricia ayuda a los emprendedores a lograr sus metas con más constancia, motivación y confianza a través de la PNL. Le apasiona viajar con su mochila, sobre todo a países con culturas diferentes, adora también la fotografía, irse de tapeo con su pareja y los días de cielo azul. Ha vivido en Inglaterra, India, República Dominicana, Italia, así que se considera un poco de todas partes.

Ya puedes empezar a seguirla en Facebook y en Twitter.

2 comentarios:

  1. Uf, qué difícil encontrar la energía para ese primer pasito minúsculo y después otro y otro y otro. Si en el fondo de todo no estuviera esa especie de fe radical e inquebrantable en que algo espera al final, creo que no lo daría. Así que puede ser, después de todo, que crear sea creer; con una fe chiquita al principio, pero confiando en que la vida acabe corroborando esa intuición.

    Cuando las cosas se tuercen y una cae en el agujero negro de la desmotivación hace falta una fe casi irracional en que es posible salir de ahí. Lo bastante irracional como para que haga clic.

    ¡Abrazos decembrinos, chicas! Que este último mes del año lo paséis llenas de motivación y que continúe por los siglos de los siglos...

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    1. Pues no me queda de otra que decir Amén Marian, y es que sin motivación no podríamos lograr muchas cosas en la vida, nos quedamos allí estancadas en un letargo que nos anula.

      Muchas gracias como siempre por haberte acercado a cada relato de este proyecto.
      Otro abrazo decembrino para ti.

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