Aquella
noche mientras más fuerte latía su corazón menos sonaba la debilitada voz de la razón. Siguiendo sus impulsos la mujer impulsiva había terminado con
una relación de 5 meses, estaba tan obnubilada que ni siquiera recordaba las
razones que la habían llevado a tomar esa decisión. Para ella esquivar los embates que la golpeaban una y
otra vez a lo largo de su vida se había convertido en un deporte extremo que no
dejaba tiempo para arrepentimientos ni razonamientos.
Durante su adolescencia
se le había enseñado a mantener controlados sus sentimientos y emociones, como domesticar
y amainar sus impulsos, pero desde que vivía sola se había convertido en un huracán
liberado, ya no le importaban las buenas costumbres ni a quien pudiese
lastimar, era una criatura de pasiones.
Se había convencido a
sí misma de que la mejor salida a cualquier dificultad era aquella que le
permitía escapar por la ventana trasera sin dar explicaciones ni disculpas,
ella ya no necesitaba de esos formalismos desgastados, después de todo la vida
se había hecho para vivirla sin argumentaciones.
Este peligroso camino que transitaba la
había llevado a negar las consecuencias de sus actos, su forma irreflexiva de
actuar la envolvía cada vez más en la negatividad y el dolor.
La mujer impulsiva volvió de sus recuerdos sintiéndose sola, agotada y
llena de ira. Salió a la calle a pesar de que la
noche estaba muy avanzada, llevaba en sus dedos temblorosos las llaves de su
coche, se metió al auto y antes de pensar a donde quería llegar arrancó
acelerando a fondo. Afuera la lluvia había empezado a caer con fuerza sobre las
casi desiertas calles, solo quedaban algunos noctámbulos y otros conductores.
Ella iba aferrada al volante sin prestar atención al clima o su panorama, sin
un objetivo y sin ningún destino solo la ira y los impulsos la acompañaban.
Cada uno de sus miedos la atormentaba, anulando cualquier razonamiento. Los celos la consumían, la agobiaban, cada momento en que había fracasado
en cualquier situación se hacía presente frente a ella.
La mujer impulsiva no lograba definir qué emoción la dominaba, la única
certeza que tenía era que sentía ira, frustración e impotencia. Desde muy pequeña la acostumbraron a reprimir todo, que todos los
problemas se resolvían con una sonrisa amable y contando hasta diez.
¡Buena falta que le hacía contar hasta
10!
Respirar, calmar su mente, tantos
consejos, tantas técnicas y nada había
logrado aquietar sus sentidos desatados. Las luchas más difíciles son
aquellas que peleamos contra nosotros mismos.
Ella sentía que sus dedos presionaban cada
vez con más fuerza, apenas y distinguía el camino a través del parabrisas
mojado, una que otra luz roja rompía la monocromía.
Dentro de su impulsividad escuchaba una y otra vez en su cabeza, aquellas frases de sus mayores, “una mujer debe saber cuándo reprimir su
enojo”, “no es correcto que una joven bien educada estalle de esa manera”, “mantén
siempre la compostura”. Cada una más mordaz que la otra, la obligaban a callar,
atormentarse en silencio con cada mentira, cada decepción y vivir su impotencia
en silencio como toda niña buena debe hacer.
Después de años de buen comportamiento y
sumisión ella había roto las cadenas, el
vaso de su paciencia se había colmado y dejó poco a poco que sus impulsos tomen
el control. En cuanto tuvo los medios ella decidió vivir sola, se fue de la
casa de su familia, cerrando por fin las puertas de las apariencias y la niña
bien portada se entregó por completo a la vertiginosa libertad.
La mujer impulsiva llevaba desde entonces una vida acelerada, desobligada,
había perdido el interés en hacerse responsable de sus actos, las consecuencias eran una leyenda o un cuento chino. Cualquier excusa le
servía para disculpar ante el mundo lo que para ella era una batalla constante
con sus demonios. En cuanto ella se quedaba sola con sus pensamientos el miedo
de que las consecuencias de sus actos la alcancen la regresaba a sus
inseguridades.
Sus últimas relaciones habían sido demasiado impulsivas, breves, por
cualquier pequeña causa las daba por terminadas, pero no por eso dejaban de ser intensas y apasionadas. Toda la adrenalina
de cada relación con cualquier extraño la hacía sentir una hábil cazadora,
Hasta que llegó el día en que los papeles cambiaron y finalmente se sentía
enamorada, perdidamente y sin remedio. Pero una vez más los impulsos impidieron
que llegara a su anhelado “vivieron felices para siempre”.
De repente sus meditaciones fueron
interrumpidas por el rechinido de sus neumáticos en la carretera mojada, una
curva muy pronunciada en la carretera arrastró al coche que iba avanzando a gran
velocidad. Ella apenas alcanzó a frenar a tiempo para tratar de controlar el
volante. Su auto dio un vuelco menor quedando al
borde del camino, ella sentía que la sangre recorría su rostro.
Todo se nubló, se
acallaron las recriminaciones y los justificantes. Solo quedaba un dolor
intenso en la espalda y las piernas y el deseo de gritar sofocado por la
incertidumbre.
Cuando la mujer impulsiva despertó se
descubrió en un hospital, las paredes y techos estaban pintados de blanco,
quizás para recordar lo cerca que estaba del cielo y su quietud. Un leve ‘bip’
que sonaba en el fondo, fue interrumpido por una voz muy familiar, su madre,
llena de lágrimas velaba su sueño como cuando ella era una niña.
Después de conversar
con el doctor, de asegurarse que todo había sido casi un mal sueño, ella se
había enterado de una noticia que cambiaría su vida. Una bendición llegaba a su vida, Ella estaba
embarazada.
Aún aturdida trataba de
asimilar la situación, - embaraza - se repetía en voz alta para asegurarse que
estaba despierta.
No sabía cómo afrontar
la penosa conversación con su madre, menos sabía si podría recuperar aquello
que había descubierto que era amor.
Ella sentía que ahora
sí sus acciones la habían alcanzado con consecuencias que ni siquiera había
imaginado. Por ahora la mujer impulsiva
decidió que sus próximos pasos tendrían una nueva dirección, sin importar si
tendría que caminar sola o acompañada por una pareja, Ella había experimentado
la paz y el calor de una familia, de la responsabilidad y la alegría de sentir
una nueva vida, a la que no iba a defraudar.
En los años venideros la mujer impulsiva cambió la locura de sus
días descontrolados por la armonía del equilibrio, construyendo una
relación real llena de sentimientos que remplazaron a los impulsos negativos de
su vida. Ella era feliz.
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María Teresa es escritora, blogger,
podcaster, diseñadora grafica, multiapasionada y emprendedora, es la fundadora
de la revista Hey Mujer en Bolivia y
además en su blog Crónicas de Maite
encontrarás las crónicas de una apasionada por la vida con un toque geek.
Ella nos regala a una mujer impulsiva impecablemente descrita,
una de esas mujeres que fueron muy reprimidas y que luego se revelan en la
adultez temprana pero lo hacen de manera impulsiva queriendo llevarse por
delante el mundo.
Cuánta inseguridad y represión
existe detrás de esas mujeres con la impulsividad desbordada, cuánto miedo se
puede esconder detrás de la pasión desenfrenada, cuánto impulso por el mundo
viajando a todas partes y detrás de ello hay una forma inadecuada de
expresarse.
Definitivamente este es
un relato muy bien logrado, una historia que se hila con otras historias de la
protagonista que justo la llevan hacia ese último impulso en el que casi pierde
la vida, hubo otra oportunidad para esta mujer pero no siempre tenemos más
oportunidades para seguir y darnos cuenta de que no lo estábamos haciendo del
todo bien.
Es un placer tener a
Maite entre mis escritoras invitadas porque ella es una muy buena escritora de relatos,
y lo ha comprobado en este escrito que nos entrega, el cual me encanta tener en
el proyecto de Mujeres que aprendieron a querer.
La paciencia es el arte de tener esperanza.— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) 22 de noviembre de 2018
A veces es un golpe brusco el que necesitamos para recobrar la cordura... e ir un poco más allá. No es solo recobrar la cordura; es contemplar ese invento maravilloso que es la vida. Para eso, a la mujer impulsiva no le queda otra que dejar de vivir como un péndulo, oscilando entre extremos, y hacer alianzas con el miedo. No se me ocurre otra forma de domar el potro.
ResponderEliminarEnhorabuena a ambas, María Teresa/Maite y Eliana, por elegiros mutuamente y por presentar a la mujer... aterrorizada. Abrazos de invierno desde estas coordenadas.
Una mujer que definitivamente no podíamos dejar por fuera en este proyecto Marian, al fin y al cabo, todas hemos sido mujeres impulsivas alguna vez en nuestras vidas, así que estas letras pueden reflejarnos bastante bien.
EliminarBesos y abrazos desde este lado del mar.
Muchas gracias querida Eliana, por brindarnos este espacio tan especial, me siento honrada y agradecida por haber formado parte de estas 24 mujeres maravillosas, un abrazo desde Bolivia.
ResponderEliminarPues a mí me encanta tenerte entre mis invitadas Maite, nos has dejado un gran aporte, y lo que más me gusta es tu interés y tus ganas de estar en mi blog. Un gran abrazo.
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