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Sanando la relación con mi madre

 


El pasado mes de abril llevé a cabo junto con mi amiga Leslye Rivera uno de los talleres de escritura creativa que más me ha costado facilitar, por la intensidad del contenido y por lo doloroso y liberador que fue leer cada carta, este taller se titula Sanando la relación con mi madre.

El taller estuvo dirigido a aquellas mujeres que deseaban sanar el vínculo con mamá y así convertirse en la mejor versión de sí mismas en los distintos ámbitos de sus vidas (familiar, relación de pareja, maternidad, trabajo, vínculos de amistad, etc.).

Nuestra madre es el primer referente que tenemos en nuestra vida, la hayamos o no conocido, hayamos tenido una buena o mala relación con ella o nos haya demostrado o no el amor. Es parte esencial de nuestra configuración como seres humanos y la forma de relacionarnos con el mundo.

Estuvimos en su interior, sabemos perfectamente cómo late su corazón, y aunque creemos que no lo sabemos o que ya lo olvidamos, todo lo que ella sintió durante el embarazo lo llevamos grabado en nuestra esencia.

Cómo cambiar el guión de tu película romántica

Acabas de terminar una relación de pareja, y luego de darte un tiempo de descanso, o de no hacer ningún tipo de duelo porque definitivamente eso no es lo tuyo, decides darle continuidad a tu película romántica.
Ya tienes un guión establecido y una historia contada a partir de un sistema de creencias que has ido construyendo con tus relaciones anteriores y ahora te dispones a hacer un casting para nuevos actores.
Ya sabes cuáles son los roles preestablecidos de la actriz principal que eres tú, por lo general ella ha sido la malquerida o aquella mujer a la que nunca nada le será suficiente, tienes claro que la protagonista lleva siempre el mismo tipo de actuación y sabes con antelación cuáles serán sus sufrimientos.

Recuperar la autoestima después de la ruptura


Este año me voy a dedicar a crear contenido enfocado en la pareja y más específicamente en reconstruirte después de una ruptura de pareja y preparar tu corazón para un nuevo amor, y lo pudiste ver en el primer post de esta serie titulado Recomenzar la vida afectiva.

Si estás abriendo la newsletter que te envío mensualmente, ya te habrás enterado de ello antes de haber leído este post y además estarás disfrutando de la reflexión que estoy realizando exclusivamente para suscriptoras.

Así que como voy a hablar sobre reconstruirte después de una relación, por supuesto que el tema de autoestima es uno de los primeros temas que se deben abordar.

Recomenzar la vida afectiva



Detrás de un desacierto amoroso hay una cantidad de posibilidades grandiosas que no logramos ver en el momento que nos atrapa el despecho.

Para recomenzar la vida afectiva primero debemos sanar algunas cosas en nuestro interior para luego replantearnos qué significa estar en pareja y cómo influye en nosotros el concepto de relación.

Todos los seres humanos tenemos la posibilidad de construir relaciones de parejas saludables, pero para llegar allí es necesario hacer un trabajo personal en donde es preciso limpiar una energía relacional que puede estar muy contaminada de ideas y conclusiones erróneas en torno a las relaciones.

Lo primero que todos debemos tener muy claro es que la gran pareja de mi vida soy yo, y esto lo puedes ver en cómo te has tratado, cómo te cuidas, como es tu flexibilidad contigo y tu capacidad de ser libre dentro de ti, siendo todo esto un referente importante de lo qué has hecho en torno a la pareja.

Sanando la intimidad



Muchas veces la belleza física y los aires de juventud nos dan una mala jugada. Al parecer los abrazos en casa no fueron suficientes o no eran abrazos que significaran amar. Tal vez la presencia paterna estuvo ausente física o emocionalmente, o puede que haya estado pero no fue un amor parental.


Con esta ausencia de afectos, la adolescencia nos sorprende agraciadas y frescas, estrenando caderas y pechos, confundiendo halagos con cariños y convencidas de que el verdadero amor lo conseguiremos fuera de los linderos del hogar, aunque muchas veces no sea amor, sino un falso disfraz que se ha puesto el sexo solo para conquistar, y así caminamos hacia la temprana adultez coleccionando relaciones y numerosas frustraciones al momento de intentar amar.

Confundimos amor con pasión y creemos que en la entrega sexual se nos está dando el afecto que desde hace rato veníamos necesitando, cuando en realidad solo se nos están otorgando fugaces momentos de placer (si es que tenemos la suerte de sentir placer) que no necesariamente llevan consigo el arte de amar.

Desde qué herida nos relacionamos



Todos los seres humanos estamos heridos, unos en mayor y otros en menor medida pero heridos, las heridas de unos son más dramáticas y las de otros menos demostrativas, pero heridas al fin, esas que no resolviste en la infancia o que te hacen creer que no eres suficiente para cualquier amor, esas que has escondido por mucho tiempo y hasta colocaste una muralla emocional para que nadie las reparara, pero siempre hay alguien que tiene mucho que ver con tu historia o alguien que no es ajeno a tu herida.


Nuestras heridas son las que nos encuentran y nos hacen coincidir, ellas nos conectan y nos sitúan en un mismo escenario y hacen que conjuguemos nuestra vida en plural, si entendiste esto, entonces entiendes de qué va la vida y porque hay personas que se parecen a lo que tanto nos duele y nos lastima.

Mi herida hace resonancia con tu herida y desde allí nos atraemos, pero luego que se nos cae el ropaje del enamoramiento y comenzamos a mostrarnos tal como somos y el otro me hace ver su verdadera esencia, es allí cuando queremos salir corriendo porque se activa el juego de las proyecciones y comienzo a ver lo que no me acepto en el otro y prefiero evadirlo antes que afrontarlo y detenerlo, así que lo repito en la próxima relación hasta que me vuelva a mostrar mi propia herida y yo vuelva a salir huyendo.

En busca de mi pareja interna



Siempre era yo, no podía verlo pero en todo momento fui yo, era el poco amor que me tenía manifestándose constantemente, llevándome hacia el despertar de mi consciencia. Es un espejo en donde a diario me veo pero en el que no me reconocía, mi proyector me hacía ver cosas de mi que no aceptaba, que no veía, pero yo lo único que hacía era rechazarme a mi misma al rechazarlo a él en todo momento.

Ahora lo tengo claro. Somos el espejo del otro. Mi pareja es mi espejo. Siempre estuve proyectando mis necesidades en el otro pero no lograba verlo. Ahora comprendo que no es su culpa sino mi responsabilidad. En realidad detesto la palabra culpa, es un patrón conductual que hacemos todos para dejar la pelota al otro lado de la cancha y no en el lado nuestro.

Así que por este trabajo de amor propio que he venido haciendo decidí ir en busca de mi pareja interna, pero siempre estaba el otro interponiéndose hasta que razoné y vi que en todo momento era yo quien ponía la barrera, y en esa búsqueda me di cuenta que mi pareja externa ha sido siempre un instrumento para el autoconocimiento y para  conocer e ir al encuentro de mi pareja interna.

La mujer que aprendió a querer



Cuando uno ha pasado por diferentes procesos en los que el sufrimiento ha estado involucrado, cuando te has sentido insuficiente en el amor y además has tenido que adaptar tu corazón a nuevas formas de amarte das cuenta que en vez de amar de una mejor manera ocurre que cada vez amaste peor, con más inseguridad y repitiéndote en las mismas dinámicas relacionales, sabes entonces que el amor lo has manejado de manera incorrecta y ahora solo buscas aprender a querer mejor.

Comienzas a educarte en el amor y llega un momento en el que adquieres un significado distinto de la vida, de pronto te percibes a ti misma más consciente y comprensiva, ya no quieres reiterarte en las mismas conversaciones inconclusas ni ahogarte en las mismas heridas, ya no te apetece tener a cuestas los mismos sentimientos, así que empiezas a buscar a una nueva tú, a reinventarte y amar de otra manera.

Lo agotador que es vivir de la aprobación



Buscamos ser aprobadas porque desde pequeñas lo hacíamos, como no te percibías a ti misma, lo hacías a través de tus padres (o los responsables de tu crianza) que eran como un espejo del “yo”, y si notabas que ellos hacían buena cara a partir de tu proceder, algo dentro de ti sentía la aprobación de esos actos; y si veías que habían cosas que los hacía enojar, estabas al tanto de tu mal comportamiento y por ende de su desaprobación; pero si todo el tiempo ellos estaban enojados, te regañaban, te cuestionaban, te exigían y además eran muy demandantes, concebiste entonces que no eran tus actos los que estaban mal, sino tú.

A raíz de esto introdujiste en tu creencia de vida que no bastaba con ser tú, por lo que siempre tuviste que hacer cosas extras para sentirte amada, aprobada, aceptada.

Si tu historia se parece a lo antes descrito o al menos toca algunos rasgos, has generado en ti la creencia de que siempre tienes que hacer algo más para que te quieran, y si no haces lo que el otro dice, tienes la certeza de que te van a desaprobar.

La mujer no amada



¿Cómo es la mujer no amada? Es una mujer herida, dormida y ausente de sí misma, que aunque ha tenido encuentros amorosos, siempre se ha sentido insuficiente en el amor, las personas que han sido parte de su historia afectiva han venido a mostrarle su propia herida, y ella, totalmente negada a verla, ha preferido quedarse como la víctima y ha decidido colocarse la etiqueta de abandonada o rechazada y continuar caminando con el corazón roto por la vida.

Esta mujer ha sido amada pero no se ha llegado a sentir amada, no ha codificado el amor en sus encuentros afectivos, quienes se acercaron a su corazón solo la han podido amar como ella misma se ha amado, no tenían opción para quererla de otra manera, y esto hizo que el mundo de afuera se volviera un ratificador de lo que ella llevaba por dentro.

Mi relación conmigo



Desde pequeñas nos enseñaron a relacionarnos, nos dijeron que debíamos ser buenas hijas, buenas hermanas, buenas nietas, buenas primas, buenas amigas, buenas compañeras; pero nadie le dio nombre a nuestra relación personal y mucho menos a que debíamos ser buenas con nosotras mismas, al parecer nos incitaban a socializar y nos cuestionaban cuando queríamos pasar nuestros días de puertas cerradas hacia la vida.
Recuerdo mi maravillosa infancia, la mayoría del tiempo vivía inmersa en mi propio mundo, mi madre dice que podía pasar horas y horas encerrada en mi habitación jugando con mis juguetes y que así tranquilamente se me podían ir los días, estaba en comunión conmigo y era feliz sin saberlo, el problema estaba cuando tenía que ir a compartir, por aquello de tener una familia numerosa (y cuando digo numerosa es porque te estoy contando que somos 51 primos hermanos solo por parte materna), por lo que el tema de socializar era recurrente, así que mientras crecía poco a poco me fui olvidando de esos espacios a solas y empecé a conjugar mi vida en plural rodeada de tantos, y así me fui olvidando de esa mágica relación que tenía conmigo.

Sanarte como mujer para ser mejor madre



Muchas de nosotras tuvimos que ser madres primero antes de asumir una madurez emocional y obtener un sentido más profundo de la vida. Instintivamente amamantamos, cuidamos, protegemos y hasta criamos con una gran cantidad de falencias en nuestro interior, y sin saber que veíamos crecer a nuestros hijos sin crecer nosotras primero por dentro.

Pero ocurre que nuestro pequeño ya no es tan pequeño y comienza a entender -para nuestro asombro- la vida y sus complejidades, y eso te incluye, ya no te idealiza y ahora te ve desde la mirada del entendimiento y sabe que eres un ser humano que también posee defectos, hay cosas que te irritan de ese ser que adoras más que a nadie y que te hacen ver cosas tuyas desde su proyección y comportamiento, y se las criticas, sin darte cuenta que tú también las tienes.

Cómo la gente te ve



Es cierto, a donde quiera que vayamos o donde sea que nos encontremos siempre estaremos rodeados de personas que nos amen y personas que nos detesten, y esto ocurre porque todos tenemos una percepción distinta de la vida, estarán los que noten tus lados buenos, y otros, los no tan buenos; porque si hay algo de lo que debemos estar seguros, es que nuestras partes oscuras existen y muchas veces salen a relucir y hay algunos que las notan y otros que no las perciben, tal vez porque aquel que se fijó o identificó con tus partes lumínicas no tuvo la necesidad de profundizar para descubrir aquellos lugares tuyos en los que no iluminas tanto desde tu personalidad y tu forma de enfrentar la vida.

Cuando alguien te comienza a distinguir desde tus lados oscuros, es difícil que llegue a conectarse con tus partes buenas, estas personas se quedan con una sola percepción y comienzan a enviarnos mensajes que lo más probable es que rechacemos y hasta nos pongamos en el papel de victimas de sus desagravios como un mecanismo de defensa propia y tomemos esa actitud como una condena, pero si comprendes que en muchas oportunidades las personas que forman parte de nuestras vidas pueden ver cosas de nosotros de las que quizás hasta ahora ni nosotros mismos nos hemos visto, y puede incluso que resultemos ser un espejo en el que el otro va descubriendo sus lados no tan buenos, entonces sabrás que cada persona vino a ti para hacerte ver partes tuyas muy intrínsecas, a través de lo que el otro te muestra y de lo que ti percibe.

Callar no es hacer silencio


Cuando uno pierde la habilidad de comunicar sus sentimientos y se acostumbra a permanecer en silencio, uno en realidad se calla por fuera pero se grita por dentro. ¿Si no puedes hablar desde el centro de tu corazón, desde qué arista lo haces? Conversar con el otro abiertamente es una iniciativa importante para amar de la mejor manera, pero cuando comienzas a seleccionar aquello de lo que sí puedes hablar para no perturbar al otro ni recibir sus críticas, estás haciendo del silencio un adversario invisible.

Cuando comienzas a evadir lo que quisieras gritar con el alma, seleccionando cuidadosamente lo que se va a poner sobre la mesa, cuando cedes tus espacios comunicativos hasta perder tu identidad justo cuando tu pareja posterga lo que es indispensable decir, tú te sigues gritando por dentro esperando de nuevo el momento preciso.

La nueva mujer romántica


La mujer que crea que con su amor puede cambiar a los demás sin primero haber intentado cambiarse a ella misma, es una antigua mujer romántica, y digo antigua por no decir arcaica ni retrograda, la mujer de antes jugaba a hacerse la indispensable para que no la dejaran de amar, la de ahora, ha descartado de su vida la palabra necesidad.


Si por mucho tiempo te has empeñado en darle a ese hombre lo que eres incapaz de darte a ti misma, si has perdido conexión con tu ser por desbordarte de amor y sacrificarte por el mismo motivo, has llevado tu concepción de romanticismo al lugar equivocado.

Sé que ya te lo he dicho antes, pero es importante recalcarlo, el mejor romance de tu vida es el que tengas contigo misma, los caminos hacia tu corazón solo los conoces tú, y al tenerlos claros, podrás conducir a quien llegue a tu vida, o a quien ya se encuentre en ella, a los linderos de tu alma para ratificar la felicidad que tú ya posees.

Trabajando duro o durando en el trabajo


Crecer profesionalmente es parte del éxito de cada quien pero no es el único peldaño para alcanzar el éxito, un ser integral es aquel que sabe equilibrar su vida para que todo quepa, la familia e incluso el ocio son esenciales para el desarrollo humano y el bienestar de las personas.


Para que una empresa crezca y dé los mejores resultados, debe procurar que sus empleados permanezcan el tiempo justo cumpliendo sus labores, pero si las instituciones siguen aplaudiendo a los que se quedan en largas jornadas laborales hasta que los ojos irritados del cansancio no den más por las tantas horas frente al computador, y desalienten a los que cumplan un horario, a la larga tendrán dentro de su nómina gente frustrada o enfermos que piden reposos para alejarse de sus puestos de trabajo porque el cuerpo les exige descansar.

Todos somos recuerdo



Pasar por la vida como si no se hubiese pasado es un gran error que muchos cometen, particularmente no me gusta jugar al incognito ni al desapercibido que nadie nota, apuesto mejor por el dejar huellas en el corazón de la gente, aunque sepa que pasaremos de moda en la vida de muchas personas y aunque no seamos tendencia de encuentros, es preferible cuando alguien nos recuerda y sonríe, a que nos volvamos un mal recuerdo.

Crecer implica saber cuándo nuestra estancia ha caducado en aquellos lugares donde sentimos que no le pueden ofrecer más a nuestra alma. Cuando se permanece por mucho tiempo en un espacio que nos va causando ambivalencias emocionales, es mejor entonces ir caminando hacia el desprendimiento, comprender que el aferrarse duele y que al soltar se aprende, nos ayuda a dejar con gratitud instantes de vida donde se avanzó hacia una merecida consciencia.

Amar de otra manera

Últimamente me ha dado por leer sobre relaciones saludables, sobre personas conscientes de lo completas que están y emprendieron la tarea de tener parejas sanas, personas que encontraron su pareja interna y están dispuestas a descubrir la pareja interna de alguien más, pero es curioso, porque al buscar sobre el tema, muchos artículos revelan lo que NO es ser saludable y pocos te regalan una definición exacta de lo que SÍ es ser sano con el otro.
Sin embargo, conseguí una concepción hermosa de la Dra. Lucy Serrano, la comparto y luego desarrollo el tema ¿les parece? Se entiende por pareja saludable cuando "dos personas completas en sí mismas que han trabajado mucho limpiando sus traumas de infancia y todos los residuos y fantasmas que dejaron las relaciones anteriores, que han aprendido de sus experiencias y errores, ahora tienen la madurez suficiente para embarcarse en la maravillosa aventura de compartir intimidad, ideas y sentimientos". ¡Me encantó!

Los hijos: compañeros de la vida



Ser padres es uno de los mejores roles que podemos asumir en la vida, un hijo es la mejor persona que podemos llegar a conocer. Cuando nos convertimos en mamas desbordamos el amor que no sabíamos llevábamos dentro y se lo entregamos a un pequeño ser indefenso dependiente de nuestros cuidados, le añadimos un cariño exagerado a esa deliciosa criatura que enternece nuestra nueva sublime forma de ver la vida. Nos olvidamos por un rato de nosotras y nos entregamos a esa vigilia forzada, a ese adorable caos en el que se nos convierten los días. La abnegación es una actitud permanente que adoptamos con valentía, el llanto es un alerta de amor y nuestros pechos agrietados nos cuentan que el alimento ha sido entregado a esta personita que Dios nos ha prestado.

Como bien lo dijo José Saramago: "Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos...", y aunque en nuestras manos esté la majestuosa responsabilidad de educarlos y guiarlos, no somos sus dueños, no son nuestra propiedad, están con nosotros para enseñarlos a volar, son compañeros de vida que muchas veces nos vienen a dar grandes lecciones, pero nos creemos tan superiores que cuando emiten algún juicio o se comportan de cierta manera, creemos tener sobre ellos la potestad de definir su personalidad desde lo que somos y no desde lo que ellos pretender ser.

La esquina rota de un corazón entero



A todos nos han roto el corazón y todos hemos llegado a dejar estropeado un corazón ajeno, pero vamos caminando por la vida como si el sufrimiento fuese exclusivamente nuestro, cuando padecemos la desidia del despecho creemos que nunca nadie se ha llegado a sentir en el estado vegetativo en el que quedamos absortos, casi atónitos por el desprecio, abrumados y vestidos de víctimas le contamos a todos que llevamos dentro un corazón partido en mil pedazos, que sigue latiendo, pero desde la fragmentación en la que lograron vivir algunos retazos sangrantes de un amor delirante, solitario y ardiendo.

Creo que dramaticé un poco, pero es así como nos paramos frente al mundo cuando alguien nos ha dejado, desangrados porque quien nos prometió un para siempre solo se quedó unos cuantos días, como si la permanencia fuese un contrato firmado sin derecho a anulación. Conocemos a la persona "ideal", y como hubo conexión momentánea, juramos que se eternizará el amor desbordado y ya nunca nadie podrá separarnos. 

Esos cuentos de hada que terminan justo cuando la historia en pareja apenas comienza, nos han arrebatado de las manos el sueño del amor propio, idealizamos el convivir con el famoso “vivieron felices por siempre”, pero cuando nos damos cuenta que nos es cierto, buscamos entonces amores a medias porque el amor completo interno se encuentra escondido tras los arbustos de la aprobación externa.