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Trabajando duro o durando en el trabajo


Crecer profesionalmente es parte del éxito de cada quien pero no es el único peldaño para alcanzar el éxito, un ser integral es aquel que sabe equilibrar su vida para que todo quepa, la familia e incluso el ocio son esenciales para el desarrollo humano y el bienestar de las personas.


Para que una empresa crezca y dé los mejores resultados, debe procurar que sus empleados permanezcan el tiempo justo cumpliendo sus labores, pero si las instituciones siguen aplaudiendo a los que se quedan en largas jornadas laborales hasta que los ojos irritados del cansancio no den más por las tantas horas frente al computador, y desalienten a los que cumplan un horario, a la larga tendrán dentro de su nómina gente frustrada o enfermos que piden reposos para alejarse de sus puestos de trabajo porque el cuerpo les exige descansar.

Detenerse para continuar


El ruido de la vida no nos permite detenernos, la exacta cotidianidad nos dice que así como todo transcurre está bien para ella: a la misma hora el despertarnos, el mismo tiempo perdido en el tráfico, las mismas reuniones, el idéntico trajín para regresar a casa; pareciera que a la autómata estabilidad no le gustara que le muevan nada de sitio en su diario vivir.
Pero cuando te detienes y te sales de ese entorno y lo miras desde afuera, te das cuenta que por mucho tiempo lo acogiste como tu zona de confort, te mentiste por una larga temporada y te dijiste a ti mismo que allí todo estaba bien, que justo así como los días transcurrían eran perfectos para ti.

Vivir la vida que uno quiere



Quiero vivir en un lugar donde sea imposible prescindir del mar, donde todo esté impregnado de olor a pescado y a salitre rondando el aire. Quiero una inevitable proximidad con la costa, donde la arena entre a mi casa o la brisa toque mi ventana o el ambiente marino me engalane los sueños y me alimente la inspiración. Quiero vivir la vida que quiero y no la que dicta los preceptos de la sociedad; me visualizo viajera, una peregrina que se encuentra consigo misma cada vez que se mueve, una escritora que recrea en base a la memoria y hace de cualquier parte del mundo su hogar temporario, una oficina frente a la playa como el escenario perfecto que adorne la vista de mi vida, siempre escribiendo y produciendo contenidos de sentires y emociones sanadas.

Tal vez lo utópico me esté invadiendo, pero es que me he puesto a pensar en las tantas personas que justo ahora están haciendo lo que no quieren, atrapadas en un horario laboral, siguiendo los dictamines de una sociedad que lo estructura todo de modo que la gente se vuelva autómata de una cotidianidad que satura, invade y merma. Me atrevería a decir que son muy pocos aquellos los que trabajan apasionadamente, esos privilegiados que reciben una paga por seguir sus sueños son dignos de mi admiración, hicieron todo lo posible por seguir su instinto vocacional y ahora la vida los compensa por vivir justo lo que quieren.

Romper la rutina, abrir el camino



Un criterio de realidad me hizo escribir estas líneas, viendo los sueños inalcanzados desde la ventana de la añoranza por no haberse cumplido nunca, cuando aferrados a la comodidad se nos fue pasando la vida, cuando el cambio avecinó su llegada nos fuimos aterrando por adelantado y colocamos la predisposición para no romper la inercia de lo conocido, y nos negamos a dar un salto definitivo o hacer un cambio radical, así que hemos podido transcurrir esta vida perfectamente infelices y mantenernos allí por mucho tiempo, porque lo que no conocíamos nos asustaba más que aquellas circunstancias desgastadas que aún nos afectan y nos lastiman.

Tomar riesgos no es algo que le sea placentero a cualquiera, son muchos los que llegan al final de sus días sin haber vivido realmente porque siempre estuvieron vestidos de miedo, demasiado asustados para arriesgarse o para vivir una aventura y colocaron a la estabilidad como una prioridad tambaleante. Gente que no ha sido capaz de ir en contra de la cotidianidad rutinaria, que dejan ir oportunidades como si algún día llegarán en cambote, que no se atreven a probar nuevas comidas, usar otro tipo de color en la ropa, caminar por otras calles, dejar de planificar y por alguna vez improvisar.