Mostrando entradas con la etiqueta Historia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Historia. Mostrar todas las entradas

Antología de un amor desusado

 


¿Cuáles fueron esas partes abandonadas que correspondían a mi femineidad?


No lo recordaba, pero fueron esas partes identificadas con la naturaleza creadora de vida. Parir. Dar prolongación a la especie.


Era muy joven e inexperta. La decepción amorosa se mezcló con esas partes infantiles que le juran lealtad a los padres como fuente de amor y vida (porque un niño ve así a sus padres solo que no lo sabe).

La tristeza es minimalista



Llevo toda la vida huyendo de la tristeza… Es más:

          👉Ni me permitía estar triste
          👉Ni se lo permitía a los demás
          👉Ni me gustaba estar con gente triste
          👉Ni me parecía buena idea transitar esa emoción

¿Sentía tristeza? Seguro que en muchos momentos… Pero impedía que aflorase y se me fue quedando dentro.

Sin embargo, una cosa curiosa, aunque no me gustaba la tristeza ni la gente triste, tenía cierta tendencia a rodearme de este tipo de gente a quienes intentaba salvar constantemente.

Ahora entiendo que detrás de esa actitud había una tremenda necesidad de salvarme a mí misma.

La antagonista de tu vida



Seguramente has llegado a escuchar la típica frase de “sé la protagonista de tu vida y no te quedes como espectadora”, pero ¿cómo ser la protagonista cuando la antagonista tiene más lineas en el guión?

La antagonista es esa tú, que no solo le asignaron más escenas en el rol de tu vida, sino que además le encanta robarse tu ángulo favorito y quedarse con la mejor posición para que le dé la luz.

Es esa adversaria que le gusta sabotear cada plan que tienes, cada nueva propuesta, cada nuevo proyecto, incluso hasta le pone fecha de caducidad a los tiempos de felicidad.

Esta otra tú, que muchas veces has confundido con la verdadera tú, le encanta ser evasiva, mentirosa, dramática, ansiosa, imprudente, controladora y hasta intransigente.

Los lugares de mis tristezas



New York y la tristeza

La Gran Manzana… Nueva York….. ¿Quién puede estar triste visitando Nueva York?

Pero fue en ese último viaje que hice, con quien creía mi complemento, donde descubriría que la tristeza tiene matices que incluso se huelen y se esconden en algún rincón del Time Square o de la Quinta Avenida.
Sabemos que estamos tristes cuando la sonrisa duele, cuando reconoces que el día está gris o está “raro”. No, no es el día. No, no son las nubes, es esa intuición que a pesar que nos dice muy en el fondo que todo va a estar bien, le permitimos el protagonismo a esa fuerza que emerge y que nos invade por dentro. 

Sí, es ella, la tristeza. Que no pide permiso para acompañarte, solo llega para manifestarte que debes prestarle atención a ese pedacito de instante que estás viviendo, pero el desasosiego de no saber nos invade y preferimos deslumbrarnos con lo majestuoso del Empire State y huyes del silencio de donde estaban las torres gemelas porque allí, la tristeza hizo casa y la puedes sentir, por eso te vas.

¿Cómo se puede estar triste en Nueva York? Me lo he preguntado tantas veces. Pero en aquel viaje que hice con toda la ilusión de poner nuevos y mejores recuerdos a uno de los sitios que más me gusta, sería donde la frialdad del desamor, de la poca atención y de pronunciar un nombre que no era el mío, hicieron que la ciudad se hiciera gris, pegajosa, dolorosa.

La tristeza y sus visitas

Querida tristeza, voy a empezar dejando las cosas claras entre tú y yo. Quiero decirte que te amo porque eres mía y, algo mío no puedo sino que amarlo.

Para mi eres una de tantas emociones que he aceptado y aprendido a  sentir. 

Te confieso que  tú, en concreto, me confrontas con LA VERDAD y, para mi, buscadora incansable de la verdad, esto significa TODO.

Me haces sentir qué y quién es importante en mi vida y qué no: personas, emociones y experiencias.

La mujer que aprendió a querer



Cuando uno ha pasado por diferentes procesos en los que el sufrimiento ha estado involucrado, cuando te has sentido insuficiente en el amor y además has tenido que adaptar tu corazón a nuevas formas de amarte das cuenta que en vez de amar de una mejor manera ocurre que cada vez amaste peor, con más inseguridad y repitiéndote en las mismas dinámicas relacionales, sabes entonces que el amor lo has manejado de manera incorrecta y ahora solo buscas aprender a querer mejor.

Comienzas a educarte en el amor y llega un momento en el que adquieres un significado distinto de la vida, de pronto te percibes a ti misma más consciente y comprensiva, ya no quieres reiterarte en las mismas conversaciones inconclusas ni ahogarte en las mismas heridas, ya no te apetece tener a cuestas los mismos sentimientos, así que empiezas a buscar a una nueva tú, a reinventarte y amar de otra manera.

La mujer no amada



¿Cómo es la mujer no amada? Es una mujer herida, dormida y ausente de sí misma, que aunque ha tenido encuentros amorosos, siempre se ha sentido insuficiente en el amor, las personas que han sido parte de su historia afectiva han venido a mostrarle su propia herida, y ella, totalmente negada a verla, ha preferido quedarse como la víctima y ha decidido colocarse la etiqueta de abandonada o rechazada y continuar caminando con el corazón roto por la vida.

Esta mujer ha sido amada pero no se ha llegado a sentir amada, no ha codificado el amor en sus encuentros afectivos, quienes se acercaron a su corazón solo la han podido amar como ella misma se ha amado, no tenían opción para quererla de otra manera, y esto hizo que el mundo de afuera se volviera un ratificador de lo que ella llevaba por dentro.

Mi relación conmigo



Desde pequeñas nos enseñaron a relacionarnos, nos dijeron que debíamos ser buenas hijas, buenas hermanas, buenas nietas, buenas primas, buenas amigas, buenas compañeras; pero nadie le dio nombre a nuestra relación personal y mucho menos a que debíamos ser buenas con nosotras mismas, al parecer nos incitaban a socializar y nos cuestionaban cuando queríamos pasar nuestros días de puertas cerradas hacia la vida.
Recuerdo mi maravillosa infancia, la mayoría del tiempo vivía inmersa en mi propio mundo, mi madre dice que podía pasar horas y horas encerrada en mi habitación jugando con mis juguetes y que así tranquilamente se me podían ir los días, estaba en comunión conmigo y era feliz sin saberlo, el problema estaba cuando tenía que ir a compartir, por aquello de tener una familia numerosa (y cuando digo numerosa es porque te estoy contando que somos 51 primos hermanos solo por parte materna), por lo que el tema de socializar era recurrente, así que mientras crecía poco a poco me fui olvidando de esos espacios a solas y empecé a conjugar mi vida en plural rodeada de tantos, y así me fui olvidando de esa mágica relación que tenía conmigo.