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También sé reírme



Hace algunos meses alguien a quien amo mucho me dijo que siempre veía en mis escritos a una Eliana triste y no a una persona que también saber ser alegre y ocurrente, tal vez esto sea porque cada vez que escribo saco a relucir mi lado más reflexivo y filosófico y descarto del todo a esa yo chistosa que ríe a carcajadas y adora de vez en cuando ser la humorista de las reuniones.

Pero sí, también sé reírme, también suelo ser jocosa e irreverente, impulsiva y burlista, es que no solo me gusta reír sino hacer reír a los demás, siempre digo que si se me hubiese presentado la oportunidad sería capaz de subirme a un escenario y ridiculizar a algún personaje y hacer caras graciosas hasta que todos mueran de risa, de hecho cuando cuento chistes (que es mi gran especialidad) me encanta dramatizar y hacer en la historia desenlaces improvisados, exagerados y llenos de humor.

Mis pequeños espacios de soledad


Es irónico como es que comienzo escribiendo en este blog hace más de dos años haciendo honor a su titulo y que en la actualidad carezca de esos espacios de soledad para fortalecer mi espíritu. Antes la soledad era tan ensordecedoramente asfixiante para mí y ahora se ha vuelto tan necesaria, tan improbable, casi inalcanzable y descartable.

Conquistar espacios que sean solo míos ya no se ajusta a mi realidad, antes me tragaba la soledad por toneladas y ahora solo pruebo bocados de mi absoluta presencia, porque con el tiempo la soledad se fue transformando de un espacio vacío a un lugar lleno de mi, así que cuando el silencio se acerca yo solo comienzo a reconfortarme, a saber que por un rato estaré en mi compañía, solo conmigo, a solas del mundo, plena de mi, tal vez sin decirme nada o quizás dando gritos internos de lo que me estuve callando por tanto tiempo.

Callar no es hacer silencio


Cuando uno pierde la habilidad de comunicar sus sentimientos y se acostumbra a permanecer en silencio, uno en realidad se calla por fuera pero se grita por dentro. ¿Si no puedes hablar desde el centro de tu corazón, desde qué arista lo haces? Conversar con el otro abiertamente es una iniciativa importante para amar de la mejor manera, pero cuando comienzas a seleccionar aquello de lo que sí puedes hablar para no perturbar al otro ni recibir sus críticas, estás haciendo del silencio un adversario invisible.

Cuando comienzas a evadir lo que quisieras gritar con el alma, seleccionando cuidadosamente lo que se va a poner sobre la mesa, cuando cedes tus espacios comunicativos hasta perder tu identidad justo cuando tu pareja posterga lo que es indispensable decir, tú te sigues gritando por dentro esperando de nuevo el momento preciso.