Del embarazo a la maternidad



Ojalá estés embarazada y hayas coincido con este post, ojalá hayas tropezado con estas líneas porque colocaste en el buscador algo relacionado con una maternidad consciente y diste clic en este enlace.

Te cuento que hace dos meses dejé de estar embarazada y físicamente ha sido una de las experiencias más dolorosas que he podido vivir, eso de esperar dos bebes al mismo tiempo puede llevar el cuerpo a un límite en el que el dolor y las proporciones se escapan de lo esperado.

Como madre de una adolescente no puedo negar que me afectó la idea de tener que comenzar de nuevo, luego de más de una década me sentía como toda una novata y de hecho el médico me confirmó que era primeriza funcional, así que después de tanto tiempo y de ver a mi hija tan bien encaminada emocionalmente, no sabía si estaba preparada para volver a criar.

Quedar embarazada es el resultado de un milagroso acto de amor que se llama fecundación, un instante de la vida que te marca hasta la eternidad en el que un ser se une a ti a través de tu sangre y se imprime en tu vida con un sutil “para siempre” a través de tu alma.

El embarazo y la maternidad son dos momentos determinantes en la vida de una mujer, el primero es efímero, el segundo es eterno.

Es impresionante como la maternidad sigue siendo el primer objetivo de muchas mujeres en pleno siglo XXI, a pesar de la independencia económica, de la autonomía, de lo poco indispensable que se ha vuelto la presencia de la mujer en el hogar, incluso del cambio conceptual que hoy día la familia nos ofrece, tener hijos sigue siendo una obligación del género femenino.

Pero… ¿es una obligación social o una obligatoriedad autoimpuesta?, ¿se sigue midiendo a la feminidad por el poder de procrear?, o ¿es mucho más mujer una con hijos que una que ha decidido o no ha podido tenerlos?

¿Cuándo está preparada una mujer para ser madre?... ¿en la veintena, treintena o después de los cuarenta?, ¿es solo el reloj biológico el que marca la pauta de la concepción?

Escucho a muchas mujeres casadas y solteras, muy jóvenes o con el reloj biológico ya agotándose decir con gran fervor que lo que más desean en el mundo es ser madres. Mujeres que serían felices teniendo bajo su responsabilidad media docena de hijos.

Si dentro de los planes de una mujer está el quedar embarazada, lo más seguro es que físicamente ya se esté preparando para ello con una dieta saludable, vitaminas prenatales e incluso el tan importante ácido fólico, pero… ¿qué tan preparada emocionalmente y a nivel de consciencia lo está para asumir un compromiso de maternidad que le llevará un poco más o menos toda la vida?

Es cierto, los niños nos roban el corazón, el encanto que tienen para despertar en nosotras ese lado maternal es asombroso, pero ellos no siempre serán así de pequeños y graciosos, también serán pre-adolescentes, adolescentes, adultos, nos confrontarán, nos servirán de espejo desde muy temprana edad, se enfermarán, nos llevarán al borde de la tolerancia, sacarán lo peor y mejor de nosotras, nos educarán, aunque presuntuosamente creamos que solo le enseñamos.

Debemos tomar consciencia que los hijos no son un adorno de la familia, tampoco vinculan a la pareja y no necesariamente mantienen unido el lazo familiar, y esto hay que tenerlo en cuenta porque muchas veces creemos que podemos traer hijos al mundo para resolver lo irresuelto, cuando ellos traen a cuestas sus propias historias y las adhieren al núcleo familiar.

Nacer es la gran primera herida de la vida, de hecho leí en alguna parte que nacer duele más que morir, así que ese bebe que está en tu vientre o que está próximo en gestarse, pasará por el primer gran acontecimiento doloroso que sufrimos todos los seres humanos y tú debes estar preparada emocionalmente y a nivel de consciencia para hacer menos dura y dolorosa la experiencia de comenzar a vivir.

Cuando mi hija llegó a mí, yo no estaba preparada ni emocional ni a nivel de consciencia para recibirla y no sabía cómo criarla o guiarla en esto que se llama vida, cada paso dado con ella fue más instintivo que concienzudo, sin embargo fui aprendiendo con ella esto de la maternidad, que pareciera fuese fácil, pero es una de las tareas más difíciles de afrontar.

Sanarte como mujer para ser mejor madre es un post que escribí hace algún tiempo y que precisamente habla de ese despertar de consciencia con el que tarde o temprano te debes confrontar cuando ves que tu hijo ya no es un niño y que tus propias heridas no son un legado que los hijos estén obligados a heredar.

La gran misión de vivir lleva consigo la ardua tarea de desapegarnos y dejar de depender, pero ¿cómo aprender a desaprender lo primero que adquirimos en nuestros primeros años cuando indefensos e inútiles lo único que sabíamos hacer era apegarnos a nuestros padres y depender de ellos casi que en todo?

Esos primeros seis meses fueron determinantes y definieron en gran medida lo que somos ahora, justo esos primeros seis meses, los más difíciles de todos, en los que nuestra tolerancia puede llegar al límite, es cuando debemos activar nuestra consciencia y utilizar un lenguaje amoroso, caricias reconfortantes y miradas afectuosas que hagan sentir seguros y amados a nuestros pequeños, pero lamentablemente el trasnocho, los llantos constantes y el habituarse a esta nueva vida son excusas suficientes para no permitirnos esa conexión primaria que es trascendental.

¿Sabes lo grandioso que es ser tan importante y esencial para una personita que espera de ti no solo alimentación y comida, sino cobijo emocional que vaya fortaleciendo su identidad y construyendo cimientos que lo lleven hasta el amor propio?

Es por eso que desde el embarazo debemos hacernos conscientes que un hijo es alguien que debemos preparar para entregárselo a la vida y lo mejor que podemos hacer por este planeta es dejarle un legado de hijos amados, sabiendo que la maternidad es el rol más importante que como mujer asumimos y lo debemos hacer con la absoluta consciencia de que los hijos no nos pertenecen, sino que son tan solo compañeros de la vida.

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