Mostrando entradas con la etiqueta Espacio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Espacio. Mostrar todas las entradas

Mis pequeños espacios de soledad


Es irónico como es que comienzo escribiendo en este blog hace más de dos años haciendo honor a su titulo y que en la actualidad carezca de esos espacios de soledad para fortalecer mi espíritu. Antes la soledad era tan ensordecedoramente asfixiante para mí y ahora se ha vuelto tan necesaria, tan improbable, casi inalcanzable y descartable.

Conquistar espacios que sean solo míos ya no se ajusta a mi realidad, antes me tragaba la soledad por toneladas y ahora solo pruebo bocados de mi absoluta presencia, porque con el tiempo la soledad se fue transformando de un espacio vacío a un lugar lleno de mi, así que cuando el silencio se acerca yo solo comienzo a reconfortarme, a saber que por un rato estaré en mi compañía, solo conmigo, a solas del mundo, plena de mi, tal vez sin decirme nada o quizás dando gritos internos de lo que me estuve callando por tanto tiempo.

Carta de despedida a una ciudad



Le debía esta carta de despedida a una ciudad que me dio albergue por más de cuatro años, hace ya varios meses que me fui de allí y aún no le había expresado mi más profundo agradecimiento, uno siempre se despide de personas pero casi nunca se percata que los lugares también reclaman nuestra despedida, sobre todo aquellos lugares que nos estuvieron esperando para vernos crecer y se enorgullecen al ver cómo nos vamos de allí con el alma engrandecida.


Es cierto que recalqué muchas veces un tiempo que creí vencido en esa ciudad, pero ahora que la veo a la distancia, quisiera caminarla de nuevo y escucharla en la cordialidad de su gente, recuerdo sus calles como quien recuerda una risa, añoro esa cotidianidad como quien añora el encuentro de aquello que quedó suspendido en el tiempo, pero con la esperanza de volver a encontrarse algún día.

Las ventanas de la vida


Imagina por un momento que tu vida es una casa llena de ventanas y que alcanzar la plenitud significa que todas estas ventanas estén abiertas, cuando hay rencores, reproches y egoísmo, muchas de esas ventanas permanecen cerradas, si andas en la búsqueda de las profundidades de tu ser, comprendes que la casa interior debe estar iluminada, un hogar con ventanas abiertas es un espacio por donde el aire corre, las cortinas se levantan y el bienestar te alcanza.


Cada experiencia de tu vida crea de inmediato una cerradura y por ende una ventana, cada ventana es una ventaja, una perspectiva, un camino andado, una posibilidad para abrir aquellas ventanas que por mucho tiempo han estado cerradas, date cuenta que por dentro eres un cumulo de emociones anidadas, que pasado el tiempo y luego de haberse quebrado algunas esperanzas, hay ventanas que se te quedaron entre abiertas, cerradas o rotas.

Cuidemos nuestros mares


Como fanática del mar y de todo aquello que esté relacionado con lo marítimo, me declaro una defensora de los mares, y por muy lejos que me encuentre en este momento de la brisa marina, no dejo de pensarme en sus aguas y de preservar su esencia divina.

¿Sabían que la mitad del oxigeno que respiramos proviene de los océanos? Es imposible imaginarse la vida con masas de agua sin oxigeno. No hay una conciencia clara de la importancia del mar en nuestras vidas, lamentablemente es desmedido el desperdicio que se observa en nuestras costas. Es gratificante disfrutar de un domingo acostada en la arena, zambullirse a merced del viento y la corriente y mezclarse con esa agua salada, sagrada y bendita. Pero una vez que la diversión culmina, es preciso tomar lo que hemos traído y llevarlo con nosotros de regreso, sería grandioso que al regresar a ese paisaje majestuoso, podamos encontrarlo intacto y esplendido como siempre ha sido.

Elogiemos al mar


Desde que vivo en esta ciudad, que queda a diez horas de camino por tierra hacia el mar, veo la vida de manera distintita, definitivamente los lugares influyen mucho en nuestra forma de pensar, y el mar tiene el poder de cambiar mis pensamientos. Recuerdo que desde pequeña la playa siempre era un lugar obligatorio para fines de semana, días de descanso o vacaciones cortas o largas, de hecho no conozco la nieve, y son pocas las veces en las que he permanecido en lugares fríos.

El mar para mí es un lugar sagrado, el danzar de las olas, el olor de la brisa, la energía que ordena mi propia energía, la arena acariciando mis pies, mi espíritu alegre dejándose envolver. Es cierto, soy otra persona frente al mar, soy más serena, más feliz, más jovial, más vital, más abierta, más dispuesta, más coherente, menos buscadora de procesos emocionales que sanar, tal vez por ello mi permanencia en este nuevo lugar, para dejarme arropar por la montaña lo que el mar no me deja abarcar.