Hace unas pocas semanas comencé un trío de
lecturas que he titulado actitudes a
cambiar, pero que fácilmente pueden
llegar a ser mandamientos de vida y que están muy ligados con nuestro
lenguaje y pensamientos; es importante aclarar que cuando escribo sobre
crecimiento personal no estoy intentando enseñar a sentir, estoy intentando aprender a expresar lo que siento, así que si tú
al igual que yo procuras a diario trabajar en ti para ser una mejor persona,
tal vez no te habías percatado que estas actitudes hasta pueden pasar
desapercibidas, y sin darte cuenta, te están haciendo mucho daño y están
afectando tu entorno. La primera lectura lleva como nombre No subestimar y he denominado a este
segundo mandato No reprochar, y a
continuación lo voy a desarrollar.
El reproche es un discurso que asumimos como normal y que va en contra de la verdadera esencia del amor, nos vincula con el pasado y se funda muchas veces a partir de silencios prolongados que reafirman el desencuentro entre dos personas, sean éstas parejas, padres e hijos, amistades o familiares cercanos, y además siempre lleva consigo un tono de hostilidad y agresión que genera retracción en el reprochado.