Mi ámbito laboral se desarrolla
dentro de un escenario universitario, y aunque no trabajo con estudiantes sino
con docentes, y por aquello de que me he vuelto más observadora de actitudes y
emociones, he podido captar en muchos jóvenes un desaliento latente, un obvio
desánimo, una constante búsqueda de aprobación externa y poca aceptación
interna; esto me lleva a cuestionar a los que tenemos la responsabilidad de
educar en nuestras manos (padres y maestros) y plantearme con bastante
preocupación ¿estamos educando para el
amor o aún seguimos creyendo en la educación disciplinaria y poco afectiva?
Nos encontramos frente a un mundo
totalmente diferente, pero no por ello necesariamente mejorado. Tenemos el
privilegio de asistir al ocaso de una época donde lo excluyente ya no nos
arropa, debemos entonces ser todos participes de una sociedad que incluya
valores, creencias, principios, premisas, conceptos, enfoques.