El don de saber escuchar


Al recibir la invitación de Eliana para contestar la pregunta: qué estoy haciendo para impactar positivamente a mi comunidad, mi gente, mi región, mi país, inicialmente pensé: “pero impactar tiene que ver con golpear, o chocar algo fuertemente”. Fue entonces al dirigir mi atención a la palabra positivamente que mi mente empezó a tener poco a poco mayor claridad. Me dije: ¿cómo yo una simple humana pueda causar un efecto positivo en otras personas o lugares? Empezó mi mente a elaborar algunos pensamientos acerca de ello.


De entrada, rumié en como mi ego algunas veces me hace pasar jugadas que amenazan mi forma de percibir las cosas. Porque la vida es sencilla, simple y sencilla, pero el ego a mi parecer lo complica todo. Desde mi ego rebuscado y majadero, podría imaginar una forma muy altruista de impactar a medio mundo para quedar grabada en la memoria de la humanidad por siempre… Sin embargo, la cosa es más sencilla en realidad. Pero tan solo el paso del tiempo y las experiencias vividas me permiten ahora verlo así. Pensé: “Todos los días impacto a la gente a mi alrededor en primera instancia con solo permitirme ser yo, así, simple y llanamente siendo yo”.


Esto lo aprendí, luego de años de autoconocimiento, introspección y aceptación de mis virtudes y defectos. Años de trabajar para sanar todo aquello que debía ser sanado (y sigue siendo sanado) para regalarme y regalarle a los demás una mejor versión de mí misma. 


Es todo un proyecto que día a día necesita ser trabajado, revisado, pulido. Con el tiempo aprendí a hacerlo desde la compasión y el amor. Recuerdo como antes mis ansias por “ser una mejor persona” no me permitían ver resultados, porque veía todo desde mis propias expectativas. Ahora ni siquiera tengo expectativas. Al no tenerlas me permito ser quien soy. El tiempo ha permitido que crea firmemente que al ser quien soy, puedo de una mejor forma servir a los demás y esa puesta en servicio a los otros es mi forma de impactar a los que me acompañan en la aventura de la vida. 


Con los años aprendí que mi puesta en servicio va ligado a la escucha. Estoy segura de que soy muy buena escuchando. Escuchando acerca del dolor emocional, de la pérdida, de la soledad, del abandono, de la felicidad, del logro, del avance, del orgullo sano, de la anécdota, de la historia. Todos necesitamos en un momento de nuestras vidas ser escuchados y en mi haber he escuchado a muchas personas.



Desde siempre he tenido la apertura para escucharlas. Pienso que es un don que me regalaron al nacer. No todo el mundo tiene la capacidad de escuchar al otro, lo sé porque muchas veces me han dado la espalda rechazando mis palabras o he sentido indiferencia al expresar mis sentimientos, mis pensamientos, de personas que quizás no tienen la habilidad para escuchar desde un lugar empático y sincero. Por eso cuando escucho a quien me lo pide, lo hago no solo con mis oídos agudizados, sino con mi corazón abierto para lograr captar lo que esa persona desea comunicarme o expresarme en ese preciso momento.


Saber escuchar y bien, es un arte para mí, por eso siempre busco formas amorosas de hacerlo. Una mirada sincera, una mano extendida para hacerle sentir que aquí estoy, que mi escucha es un lugar seguro, un lugar para la perspectiva sin juicios.

Años atrás descubrí que podía escuchar y también ayudar haciéndolo con responsabilidad. Esa es la razón primordial por la cual estudié psicología. Ahora escucho y ayudo desde mi consultorio psicoterapéutico a las personas que, buscan mi acompañamiento en desenmarañar los nudos emocionales que tanto nos agobian a los seres humanos. 


Con el paso del tiempo a través de mi práctica profesional, descubrí que mi escucha atenta logra un efecto positivo en la terapia con mis pacientes. Creo que esto sucede porque cuando estoy frente a ellos me convierto en un espejo donde ellos mismos descubren el alivio a sus angustias. Los seres humanos tenemos la capacidad de encontrar las respuestas a todas las incertidumbres que nos agobian, lo único que necesitamos para ello es hallar una forma convincente de hacerlo, una guía que nos permita dar pasos seguros y ser un bálsamo para nuestras dolencias emocionales.


Cuando noto los avances significativos de mis pacientes, me siento la persona más feliz de este mundo. Digo persona porque los psicólogos somos también personas. Es una condición ineludible a nuestro ser. Más allá de realizar una labor profesional está la labor humana. 


Cuando mis pacientes me cuentan cómo ven cumplidos sus metas, sus anhelos o sueños, se me llenan los ojos de lágrimas y el corazón se me pone contento. Es una emoción difícil de poner en palabras, sólo puedo decir que sucede la magia: conectamos genuinamente y logramos en conjunto abrir un espectro de posibilidades para crecer, para integrar, pero fundamentalmente para sanar sus dolencias emocionales. Me siento realizada como profesional y como ser humano, pero ante todo me siento honrada de ser parte de sus procesos de cambio.


Esto me hace pensar en la importancia de escuchar y sobre todo de escuchar bien. Indistintamente si es un paciente, un amigo, un compañero de trabajo, incluso alguien que de repente en la calle, en un bus, en una fila me habla para contarme alguna cosa que le aflige o no sé tal vez algo que le sucedió y que le parece divertido o “vacilón” como decimos los ticos.


Los seres humanos necesitamos desesperadamente ser escuchados siempre. No hace falta ser psicólogo para escuchar de forma certera. De hecho, he conocido personas que tienen un carisma especial para hacerlo. Estas personas han sido mis maestros para aprender a escuchar desde el corazón, con los oídos del alma, logrando un efecto reparador en mí.


Al sol de hoy, puedo expresar que el fino arte de escuchar es un regalo que me ha otorgado muchas satisfacciones, que me permite impactar a las personas a mi alrededor, y por ende a mi gente, a mi comunidad y a mi país. 


Soy feliz y me siento honrada por la oportunidad que la vida me brinda para hacer lo que tanto reconforta mi alma.



Conocí a Tatiana Borbón el año pasado cuando participó en el Campamento de verano para nuevas escritoras en su segunda edición, su participación fue tan maravillosa que sin duda la escogí para que fuese parte de este proyecto de escritoras invitadas Mujeres que inspiran.

Tatiana inspira al mundo a través de su acompañamiento en procesos de psicoterapia, además, Tati es una instructora de Mindfulness y es una constructora de paz.

Nos regala un texto hermoso en donde nos explica el arte de saber escuchar y cómo este arte se ha convertido en su mayor don con el que ayuda, inspira y motiva a crear un entorno más sano desde su trinchera.

Necesitamos más mujeres como Tati, mujeres que conectan contigo por medio de la escucha activa, mujeres que están presente y que han tomado el autoconocimiento como estilo de vida.

Sigue a Tati en su cuenta de Instagram y así te enteras de cómo mi invitada puede inspirarte.

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