Escribir viajando



Aparte de escribir, mi otra gran pasión es viajar, bueno en realidad viajar me gusta más que escribir, debo confesarlo; algunas personas comienzan viajando y en el viaje utilizan el escribir para ir dejando huella de todo lo que van viviendo, otras, escriben y viajan para sentirse inspiradas o motivadas, yo viajé a muchos lugares primero, así que mi perspectiva de vida no está limitada solo a mi país, me he quedado por algunos años en una ciudad lejana a mi tierra, pero ahora el escribir lo quiero conjugar viajando.
Es como un llamado de alma que me incita a viajar, pero no para escribir sobre el viaje como tal ni para hacer del proceso una escapatoria, sino para lograr una búsqueda interna, y esto se está convirtiendo en una energía que de a poco se desborda.

Mi itinerario de viaje interior no lo pretendo hacer encerrada en una oficina nueve horas diarias. Tal vez recorrer el mundo entero no me llevará a conocer los linderos de mi corazón ni visitar las aristas de mi alma, tal vez atestiguar con Isha en Uruguay, o participar en el Spiritual Boot Camp de Julio Bevione en República Dominicana, o conversar sobre un Curso de Milagros con Diana Jaramillo en Miami, o asistir a las conferencias de Carlos Fraga en Caracas, no serán un ticket de avión hacia mí misma, pero de seguro me darán herramientas necesarias para emprender este viaje empedrado y en subida.

Mis paisajes emocionales me irán mostrando el peregrinaje de mi alma, ya basta de andar por caminos desgastados de pasado, de maletas cargadas de ofensas y zapatos de otros. Cruzar fronteras o pasar aduanas significa ir vaciando esta maleta que tanto pesa y saber que el viajar sin ataduras me irá otorgando una ligereza de alma.

Las coartadas para no ser feliz se agotaron, ya no tengo ganas de ser una sedentaria espiritual esperando que algo cambie sin yo decidirme a cambiar, ya no es posible seguir postergando el viaje interior, mi llamado para abordar comenzó como un susurro, luego un latir diario que me andaba marcando el cambio, ahora lo siento como un grito contundente, casi una orden de vida que me reclama nuevos espacios.

Últimamente me anda retumbando el "salir de la zona de confort", el quedarme en un solo lugar no me está garantizando el viaje de alma que tanto anhelo, y puede que salga a buscarme por los rincones del mundo y tampoco me encuentre, pero si no me atrevo a descubrirlo, si no soy capaz de aceptar la invitación para encontrarme, habrá culminado mi juventud y estaré sentada en el sillón de la frustración viendo pasar mi vejez.

Quiero ser -como dice Aniko- "una escritora que viaja y no una viajera que escribe", alguien que desea explorar emociones, entender cómo esas emociones las viven en otros puntos del planeta, saber que en otros lugares las personas también perdonan y olvidan, pero de seguro el contexto influye en ese proceso de aprendizaje y sanación, buscar respuestas cuando el clima está frío y comprender que la tristeza sabe diferente cuando hace calor, que el viajar no nos deja ajenos a nuestros problemas (puede que nos distraiga un poco), pero que igual se empacan o desempacan en algún puerto donde la nostalgia nos visite.

Plasmar por escrito mis andanzas, pero como una mujer observante de las emociones de otros y caer en cuenta de cómo esas emociones se convierten en espejo de lo que no he sanado y proyección de aquellas particularidades que aún no defino pero que el otro me muestra. El viaje que le propongo a mi vida es aquel que me devuelva la experiencia de crecimiento personal, transitar lento y sin prisa, mirando mi existencia en el camino y la de otros caminantes con aceptación y de manera compasiva.

La concepción que tengo de emprender un viaje de desarrollo humano también concibe un traslado de percepciones que los lugares me han brindado, no quedarme con una cultura, sino empaparme de lo que otras costumbres me traigan. Ya he recorrido mi desierto espiritual y he andado por la noche oscura de mi alma, sin ese preámbulo, no habría sido posible esta escritura constante en la que propicio lo reflexivo como postura de vida, y si nuevos lugares me lo traen, pues allí me quedaré mientras reposo del viaje.

Por no salirme de la ruta cotidiana siento que me he perdido de grandiosos paisajes, quiero estar en ese lugar donde mi corazón dice que vaya, estar en ciudades que permitan vaciarme y luego llenarme de una gasolina emocional renovada que me coloque de nuevo en el camino, respirar el aire fresco de la sanación interna, reciclar pensamientos que dejé botados en algún lugar del tiempo cuando relajarme era fácil y la angustia no me visitaba a diario.

Amo los mapas, cuando consigo uno, puedo quedarme un largo rato observando países lejanos y cercanos, me encanta saber la distancia entre ciudades, estadísticas de que país está más al norte o al sur, hacer lecturas de viajes, escuchar las historias de cuando alguien viajó, ver fotos viajeras. Todo lo concerniente a viajes me fascina, me envuelve, me atrapa, apodera mi atención, me desconecta momentáneamente de la realidad, me seduce, me invita a viajar.

Por los momentos estoy pasando por turbulencias sin haberme montado aún en el avión, pero se asoman tiempos buenos en los que viajar será lo cotidiano y el quedarse quieto lo anhelado, lo que si tengo muy claro es que quiero la vida viajando, el viaje escribiendo, el escribir reflexionando y el reflexionar creciendo.

Este video fue creado por Carlos Manotas, ve su Portafolio aquí

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